domingo, 6 de noviembre de 2011

Lectura de “Posición del Inconsciente”, parte 7: apertura y cierre del inconsciente.


Vamos a detenernos en el siguiente párrafo:

“Se da uno cuenta de que es el cierre del inconsciente el que da la clave de su espacio, y concretamente de la impropiedad que hay en hacer de él un dentro.” (Posición del Inconsciente, pág. 797, Edit. Siglo XXI)


Como resultado de la aplicación del paradigma del significante, Lacan introducirá un fuerte cambio de perspectiva en la conceptualización del inconsciente freudiano, produciendo la ruptura de la lógica euclidiana del interior/exterior. El inconsciente no es concebible como un espacio interno.

Grosso modo, podríamos decir que en la medida en que el inconsciente es un efecto estructural del acto de palabra, Lacan va a dejar de lado la idea de “aparato psíquico” – la que supone, por deslizamiento de significación, una noción netamente espacial del inconsciente-, sustituyéndola por el concepto de sujeto del inconsciente, vinculado a la dimensión temporal.

En otras palabras:  el sujeto no “tiene” un inconsciente, sino que hay fenómenos del orden del acto que, al producirse, dan cuenta de una subjetividad cuya intención o pensamientos tienen el mismo grado de estructuración que el sujeto de la conciencia.

En el mismo sentido, la hipótesis de la represión primaria no tendrá lugar en el argumento lacaniano, ubicando a la ley del significante como causa del inconsciente:

“Ahora (…) estoy en posición de introducir en el dominio de la causa, la ley del significante…”(Seminario “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”, pág. 31, Ed. Paidós.)


¿A qué se refiere Lacan con “ley del significante”?

“( El inconsciente) Demuestra también el núcleo de un tiempo reversivo, muy necesario de introducir en toda eficacia del discurso; bastante sensible ya en la retroacción,(…) del efecto de sentido en la frase, el cual exige para cerrar su círculo su última palabra.” (Posición del Inconsciente, pág. 798)


La ley del significante es la retroacción, el efecto reversivo de cierre que se produce desde la última palabra de una frase, la que opera como corte.

El inconsciente se produce a partir y como un efecto de la discontinuidad: en toda cadena significante, el S2 (significante binario) será el que en après-coup haga existir al S1 y, en la articulación de ambos, al sujeto del inconsciente.

“La aparición evanescente sucede entre los dos puntos, el inicial, el terminal, de ese tiempo lógico(…). Así pues, ónticamente, el inconsciente es lo evasivo, pero logramos circunscribirlo en una estructura temporal…” (Seminario “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, pág. 40, Ed. Paidós)


De esta manera, para Lacan el inconsciente queda vinculado al tiempo y no al espacio.

La lógica de un contenido interno o “reprimido” que retornaría en los lapsus, actos fallidos, sueños o síntomas será sustituida por una estructura topológica que no admite las nociones espaciales de adentro/afuera: la apertura y el cierre.

“Se da uno cuenta de que es el cierre del inconsciente el que da la clave de su espacio, y concretamente de la impropiedad que hay en hacer de él un dentro.”


Desde el punto de vista clínico esta estructura adquiere relevancia al momento de situar los puntos de quiebre históricos, aquello que siendo relatado como un “antes y un después”, constituye un verdadero corte o discontinuidad a partir del cual  un síntoma cobra existencia en la vida de alguien.
Del mismo modo, el corte de las sesiones según un tiempo variable logra su fundamentación en estos desarrollos que vinculan al inconsciente a una efectuación temporal.

lunes, 18 de julio de 2011

Lectura de "Posición del Inconsciente" parte 6 : la topología del sujeto.

Tanto en este escrito como en el Seminario sobre “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”, Lacan va a presentar su concepción del sujeto del inconsciente en torno a las operaciones de alienación/separación.

El argumento fundamental consistirá en considerar al sujeto como un efecto del lenguaje, concebido éste como “cadena significante”

·         “El efecto de lenguaje es la causa introducida en el sujeto. Gracias a ese efecto no es causa de sí mismo, lleva en sí el gusano de la causa que lo hiende.” (Posición del cc, pág. 814)

Esta formulación se vincula con lo que un tiempo más tarde, en la “Conferencia de Baltimore” (1966), Lacan llamará “inmixión de Otredad”, esto es, la dimensión parasitaria del lenguaje (“el gusano de la causa que lo hiende”),  en cuanto el ser-hablante recibe el lenguaje desde el Otro.

Como veíamos en los puntos anteriores, se trata de los efectos de la toma de la palabra en el campo del  lenguaje.

“Al sujeto, pues, no se le habla. “Ello” habla de él, y ahí es donde se aprehende…” (Posición del  Icc., pág 814)

Es muy interesante el estatuto que Lacan le da al Ello freudiano: allí donde para Freud se trata del reservorio de pulsiones, de una instancia concebida en términos de una interioridad corporal, para Lacan será el discurso del Otro, exterioridad radical desde la cual el sujeto es llamado a la existencia.
Veamos cómo esta misma lógica se mantiene a lo largo de los sucesivos Seminarios:

“…ningún niño ha nacido sin haber tenido que vérselas con ese tráfico por mediación de sus,  así llamados, afables progenitores, quienes a su vez estaban atrapados en todo el problema del discurso, con la generación precedente detrás.” (Seminario 17, El reverso del psicoanálisis, pág. 193)

“Puede plantearse la cuestión – y cómo no se plantearía- de si verdaderamente la estructura es puntuada por el deseo del Otro en tanto que tal, si ya el sujeto nace incluido en el lenguaje y ya determinado en su inconsciente por el deseo del Otro? (…) el inconsciente no excluye el reconocimiento del deseo del Otro como tal, es decir, la red de estructura de la que el sujeto es un determinado particular…” (Seminario 21, Los no incautos yerran, inédito)

Para Lacan, el concepto de sujeto del inconsciente constituye un quiebre respecto de cualquier versión psicologizante que pretenda sostener la unidad subjetiva. En tanto efecto de discurso, para formalizar su  estructura será necesaria  la topología, en la medida en que ésta proporciona una lógica que permite considerar al sujeto y al Otro como dos campos entre los cuales, sin embargo, no hay corte entre lo interior y lo exterior.

“Si hay cierre y entrada, no está dicho que separen: dan a dos dominios su modo de conjunción. Son respectivamente el sujeto y el Otro, dominios que aquí sólo son de sustantivarse gracias a nuestra tesis sobre el inconsciente.” (Posición del Icc, pág. 818)

El sujeto del inconsciente para el psicoanálisis no es una entidad, sino  un ser que adviene como tal en pura falta :

“Al sujeto, pues, no se le habla. “Ello” habla de él, y ahí es donde se aprehende, y esto tanto más forzosamente cuanto que, antes de que por el puro hecho de que “ello” se dirige a él desaparezca como sujeto bajo el significante en el que se convierte, no era absolutamente nada. Pero esa nada se sostiene gracias a su advenimiento, ahora producido por el llamado hecho en el Otro al segundo significante.” (Posición del Inconsciente, pág. 814)

Si  para el psicoanálisis el significante en sí mismo no significa nada sino en relación a otro significante, Lacan produce la formalización y reducción de la cadena al par S1-S2.
El S1 será el primer significante que permite representar al sujeto: desde la perspectiva del  tiempo lógico, “antes del S1” no era nada. Pero Lacan afirma que “esa nada”, esa falta en ser se sostiene por “el llamado hecho en el Otro” al S2. A este efecto paradójico  del significante, por el que el ser-hablante surge en pura falta, Lacan lo designará factor letal o fading. El sujeto será, por lo tanto, aquello que surge como efecto temporal de articulación entre los dos significantes, lógica que impide situarlo en cualquier dimensión  interior/exterior.

domingo, 8 de mayo de 2011

Lectura de “Posición del inconsciente”, parte 5: diacronía y sincronía, historia y estructura.

En el escrito que nos ocupa, Lacan pone en acto la tesis misma que se propone enunciar sobre el inconsciente: se trata de la consideración, en todo discurso, del sujeto del enunciado y del sujeto de la enunciación, de lo dicho y del acto de decirlo, escisión a partir de la cual, en un tiempo retroactivo, se produce ese efecto designado “sujeto del inconsciente”.

Lo que Lacan subraya es la dimensión del corte, del intervalo que transcurre entre dos momentos, cuyo segundo término dará existencia nachträglich al primero.
Justamente, ya desde el prólogo Lacan hace mención al intervalo de tres años y medio que transcurre entre el Congreso de Bonneval y la producción del texto.

Más adelante, en la página 813 de  la versión que estamos tomando como referencia, dirá:
“No podemos por consiguiente dejar de incluir nuestro discurso sobre el inconsciente en la tesis misma que enuncia, que la presencia del inconsciente, por situarse en el lugar del Otro, ha de buscarse en todo discurso, en su enunciación.”

Lo sorprendente es que la estructura del texto- podríamos decir, el texto en su enunciación, a nivel de su estructura- presenta, en acto, la misma lógica que desarrolla en los enunciados- esto es, la diacronía-: si se toma el escrito en su totalidad, se advierte que en la página 818 (luego de la frase “El inconsciente es entre ellos su corte en acto”), hay un pequeño pero perceptible intervalo.

Lo que se lee en retroactividad, es que Lacan presenta “en dos tiempos” los desarrollos sobre el inconsciente; aquello que en el segundo tiempo del texto será designado como las operaciones lógicas de alienación y separación en la constitución del sujeto, en la primera parte es trabajado en términos de “diacronía y sincronía” y “el lenguaje y la palabra”.

En la página 814 Lacan se pregunta:
“Pero aquí nos regresa legítimamente la pregunta: ¿son éstos efectos de lenguaje o efectos de palabra? (…) Vuelta hacia lo que interesa a su autor, los efectos sobre la lengua, proporciona trama y urdimbre a lo que se teje entre sincronía y diacronía.”

Así como los tiempos lógicos de alienación y separación- que en otras entradas estudiaremos exhaustivamente- son desarrollados como dos momentos lógicos de una misma operación – la constitución del sujeto del inconsciente-, de la misma manera se trata, para Lacan, en toda consideración del inconsciente, de las dimensiones diacrónica y sincrónica.

La importancia clínica de estos desarrollos radica en la ubicación y articulación de la historia (diacronía) y la estructura (sincronía) en el transcurso de un análisis, en la medida en que para Lacan proporcionan la estructura del sujeto del inconsciente. En tal sentido, toda práctica que acentúe una dimensión por sobre la otra, podría convertirse:
a) en una nueva teoría del trauma, en el caso en que se consideren a los hechos históricos como los fundamentales, presuponiendo que el sufrimiento neurótico sería producto del pasado- lo que al mismo tiempo implicaría la hipótesis retrógrada de “la infancia” como categoría explicativa-, o,
b) en una psicología de terminología psicoanalítica, en caso de que se acentúe la estructura- esto es, el “para todo caso”- por sobre el trabajo de la historia, en la medida en que lo absolutamente particular del sufrimiento neurótico podrá cernirse sí y solo sí se articulen los significantes que operaron efectivamente como discurso para determinado sujeto, lo que permitirá la construcción del fantasma y, llegado el caso, la posibilidad de brindar un testimonio de fin de análisis mediante el procedimiento del pase.

Para Lacan, no hay práctica psicoanalítica si no se articulan la diacronía y sincronía como las dos dimensiones que proporcionan la trama y la urdimbre del sujeto del inconsciente.

viernes, 25 de marzo de 2011

Conceptos: "El sujeto del inconsciente y lo simbólico."


Después de leer rigurosamente todos los seminarios y los escritos lacanianos, no queda menos que dejar surgir un gesto de sorpresa al escuchar a diversos psicoanalistas insistir sobre una interpretación biologicista de los conceptos de Real, Inconsciente o Goce. La pregunta que brota en este punto es ¿cuántas veces un hombre tiene que repetir su mensaje para hacerse escuchar? No digo “para que se le dé la razón”, eso sería harina de otro costal, sino, lisa y llanamente, hacerse escuchar sobre su concepción acerca de algo. El caso de Lacan es ejemplificador de los obstáculos que encuentra el psicoanálisis en sus interlocutores, aun si se trata de los psicoanalistas. ¿Cómo podría ser tan contradictorio un autor al incursionar en la enseñanza del psicoanálisis con el paradigma del significante –con el fin de oponerse a las versiones oficiales de Freud que lo reducían a un juego de instintos biológicos-, para luego volver a sostener, en una pretendida “última parte de su enseñanza”, lo mismo que denostó como anti-psicoanalítico?

Tomemos por caso el concepto de Inconsciente: Lacan comenzó por articularlo con el lenguaje y sus efectos y nunca dejó de sostener la misma hipótesis, a pesar de utilizar diferentes elementos de la lingüística, los grafos, la topología o los nudos en diversos puntos de su recorrido. Más a pesar de su insistencia, hay psicoanalistas que se obstinan en interpretar que…se trata de “lo real del cuerpo”, “lo real del goce” o “el inconsciente real”, utilizando el término “real” de manera naif, haciéndolo equivaler a la sustancia tridimensional, desmintiendo que Lacan diga una y otra vez que se trata de lo imposible, de aquello que vuelve al mismo lugar y por lo tanto, de la instancia de la letra.

A sabiendas de que las citas de Lacan no ocupan, en ningún caso, el lugar de la Verdad o de algún tipo de demostración, en un proyecto como el que me propongo en esta página- “Leer a Lacan”- citar el texto forma parte de la honestidad intelectual requerida para sostener un argumento: hay continuidad- y no ruptura- en la enseñanza de Lacan.
Revisemos entonces  algunos seminarios - en particular, aquellos que son situados por cierto discurso como “el último Lacan”, es decir,  en los que presumiblemente se produjo un corte o cambio de paradigma interno tendiente a atomizar los conceptos hacia el goce y lo real-,  en función de cotejar las formulaciones respecto del  sujeto del inconsciente como lo que un significante representa para otro significante.

“Palabras sobre la histeria”. (Intervención de J. Lacan en Bruselas, 26 de Febrero de 1977)
“Ese inconsciente en el cual Freud no comprendía estrictamente nada, son representaciones inconscientes. ¿Qué es lo que puede ser eso, representaciones inconscientes? Hay ahí una contradicción en los términos: unbewusste Vorstellungen. Yo he intentado explicar eso, fomentar eso para instituirlo al nivel de lo simbólico. Eso no tiene nada que ver con representaciones, este simbólico, son palabras y, en el límite, se puede concebir que unas palabras son inconscientes. No se cuenta incluso más que eso a montones: en el conjunto, ellas hablan sin saber absolutamente lo que dicen. En lo cual el inconsciente no tiene cuerpo más que de palabras.” (…)

Seminario 24, “L’insu…”  (clase del 10 de mayo de 1977)
No hay nada más difícil de aprehender que este rasgo de l'une-bévue, por el que he traducido el Unbewusst, que quiere decir en alemán inconsciente. Pero traducido por l'une-bévue, eso quiere decir muy otra cosa — un escollo, un tropiezo, una patinada de palabra a palabra. Es precisamente de eso que se trata. Cuando nos confundimos de llave para abrir una puerta que precisamente esta llave no abre, Freud se precipita para decir que uno ha pensado que ella abría esta puerta, pero que uno se confundió. Equivocación (bévue) es el único sentido que nos queda para esta conciencia. La conciencia no tiene otro soporte que permitir una equivocación (bévue).


Como se leerá con claridad, Lacan vincula el inconsciente a la palabra, incluso y particularmente al proponer un nombre distinto para designarlo (“l'une-bévue”).



Seminario 24, “L’insu…”  (clase del 19 de abril de 1977)
“El yo (moi), así designado en la segunda tópica de Freud, es supuesto tener intenciones, por el hecho de que se le atribuye lo que chamuya, y que se llama su decir. El dice, en efecto, y dice imperativamente. Es al menos así como comienza a expresarse, por el imperativo, que yo apoyé del significante índice 2 por el que he definido al sujeto. Dije que un significante era lo que representaba el sujeto para otro significante.

Seminario 25, ·”El momento de concluir”  (clase 1, 15 de noviembre de 1977)
“La neurosis es natural? No es natural más que en tanto que en el hombre hay un Simbólico, y el hecho de que haya un Simbólico implica que un significante nuevo emerge, un significante nuevo con el cual el Yo(moi), es decir la consciencia, se identificaría; pero lo que hay de propio al significante, que he llamado con el nombre de S1, es que no tiene más que una relación que lo define: la relación que tiene con S2. S1------S2. Es en tanto que el sujeto está dividido entre ese S1 y ese S2 que se soporta, de suerte que no se puede decir que sea uno sólo de los dos significantes quien lo represente.”


En los seminarios dictados durante 1977, Lacan afirmaba el mismo paradigma con el que se opuso a los psicoanalistas posfreudianos.


Seminario 25, “El momento de concluir” (clase 4, 10 de enero de 1978)
El fin del análisis es cuando se ha girado dos veces en círculo, es decir reencontrado esto de lo cual se está prisionero. Recomenzar dos veces el giro en círculo, no es cierto que sea necesario. Basta que se vea eso de lo que se está cautivo, y el inconsciente es eso: es la cara Real —puede ser que tengan una idea luego de haberme escuchado numerosas veces, puede ser que tengan una idea de lo que llamo lo Real— es la cara Real de eso en lo que se está enredado (empêtré). (…)
Lo Simbólico es el lenguaje: se aprende a hablar y eso deja trazas. Eso deja trazas y, debido a eso, deja consecuencias que no son ninguna otra cosa que el "síntoma" (sinthome), y el análisis consiste —hay con todo un progreso en el análisis— el análisis consiste en darse cuenta por qué se tienen esos "síntomas" (sinthomes), de suerte que el análisis está ligado al saber.(…)
¿Cuál es el lazo (lien), sino el lugar (lieu), de la representación de lo escrito ? Tenemos la sugestión de que lo Real no cesa de escribirse. Es seguramente por la escritura que se produce la activación (forcage). Ello se escribe, igualmente lo Real, pues es necesario decirlo: ¿de qué modo lo Real aparecería si no se escribiera?

Es seguramente por lo que lo Real está allí. Está allí por mi forma de escribirlo.

La escritura es un artificio. Lo Real no aparece pues más que por un artificio, un artificio ligado al hecho de que hay la palabra e incluso el decir. Y el decir (le dire) concierne a lo que se llama la verdad. Es seguramente por lo que "digo" que, la verdad, no se puede decirla (la dire).(…)
El inconsciente es lo que he dicho, eso no impide contar, contar de dos formas que no son, ellas, más que formas de escribir. Lo que hay de más Real, es lo escrito y lo escrito es confusional (confusionnel).”



Como se advertirá, cuando Lacan se refiere a “la cara real” del inconsciente alude a la función de lo escrito, esto es, la letra. Pero a pesar de ello, las versiones de un Lacan-biológico proliferan en algunos grupos de psicoanalistas. ¿Se seguirá allí leyendo a Lacan?

miércoles, 23 de marzo de 2011

Lectura de "Posición del inconsciente" parte 4: el inconsciente y la enunciación.


  Vinculado a una lógica temporal de apertura y cierre, el inconsciente es situado por Lacan como un efecto propio del decir, del ejercicio de la palabra: “El inconsciente es lo que decimos, si queremos entender lo que Freud presenta en sus tesis.”

 Esta conceptualización del inconsciente como fenómeno que se produce en acto, es consecuencia de lo que podría designarse como un verdadero paradigma: la lógica del significante.
Para referirse a esta estructura no sustancial del inconsciente, Lacan apelará en el texto que nos ocupa  a la diferenciación lingüística del sujeto del enunciado y el sujeto de la enunciación:
“…la presencia del inconsciente, por situarse en el lugar del Otro, ha de buscarse en todo discurso, en su enunciación.” (Posición del inconsciente, Escritos 2, pág. 813)

Ha de tomarse en cuenta que el término “discurso” es utilizado por Lacan en un sentido coloquial, ya que recién lo utilizará como un concepto a partir del Seminario El reverso del psicoanálisis correspondiente a los años 1969-70. Por lo tanto, en este caso se refiere al acto de palabra, que permite diferenciar al hablante de sus dichos, bajo las categorías de “enunciado” –lo efectivamente pronunciado- y la “enunciación” –el acto mismo del decir-.

Los lectores de Freud recordarán un excelente ejemplo de la esquizia que el decir impone al sujeto en el historial del Hombre de las ratas:
“ A los doce años de edad amaba a una niña, hermana de un amigo (…), pero ella no era con él todo lo tierna que él deseaba. Y entonces le acudió la idea de que ella le mostraría amor si a él le ocurría una desgracia; se le puso en la cabeza que esta podía ser la muerte de su padre. Rechazó esta idea enseguida y enérgicamente. Aún ahora se defiende de la posibilidad de haber exteriorizado con ello un «deseo».
-“ Es que fue sólo una «conexión de pensamiento».
- Yo le objeto: Si no era un deseo, ¿por qué la revuelta?
 – “Bueno,  sólo por el contenido de la representación: que mi padre pueda morir.
- Yo: “Trata a ese texto como a uno de lesa majestad; según es sabido, se castiga igual que alguien diga «El emperador es un asno» o que disfrace así esas palabras prohibidas: «Si alguien dice (“el emperador es un asno”). . ., tendrá que habérselas conmigo».

En el seminario “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis” Lacan lo dirá de esta manera:
Recordemos el ingenuo tropiezo en el que el medidor del nivel mental se regocija al sorprender al niño que enuncia: tengo tres hermanos, Pablo, Ernesto y yo.  Pero ello es completamente natural, en primer lugar, se cuentan los tres hermanos, Pablo, Ernesto y yo, y, además, hay yo al nivel en que se emite que tengo que pensar el primer yo, es decir, yo que cuento.” (Seminario 11, Editorial Paidós, pág. 28)
En efecto, el yo que enuncia, el yo de la enunciación no es lo mismo que el yo del enunciado, es decir, el shifter que, en el enunciado, lo designa.” (Seminario 11, Editorial Paidós, pág. 145)
Toda enunciación habla del deseo y es animada por él” (Seminario 11, pág. 147)

Otro ejemplo sencillo es el del paciente que dice a su analista: “No le voy a decir que las sesiones me resultan cortas…”: a pesar del enunciado, está dicho.
En este caso, lo inconsciente será la intención que se articula en la brecha del enunciado y la enunciación, produciendo el efecto paradójico al que Freud hacía referencia al decir que el inconsciente no conoce la contradicción.

EL sujeto tendrá entonces una existencia “puntual y evanescente” (Seminario 20, Editorial Paidós, pág. 172) en tanto será el efecto retroactivo a la enunciación: no hay inconsciente por fuera de su puesta en acto, que es lo que le brindará su estatuto ético y no ontológico.

De esto se desprende una consecuencia clínica muchas veces descuidada por los psicoanalistas que nos vinculamos a los textos lacanianos, y es que ningún fenómeno podrá ser considerado, a priori, como una formación del inconsciente: un sueño, un acto fallido, un lapsus, solo tendrán el carácter de puesta en acto del inconsciente en la medida que impliquen un corte, una discontinuidad, un encuentro o un desencuentro retroactivos para el hablante, más allá de lo que éste esperaba o tenía la intención de decir.

martes, 22 de febrero de 2011

Lectura de "Posición del inconsciente" parte 3: La dimensión temporal del sujeto del inconsciente.


La dimensión temporal del sujeto del Inconsciente.

Luego de oponerse  a todas aquellas dimensiones biologicistas que los psicoanalistas habían interpuesto a la especificidad del inconsciente freudiano, Lacan comienza a desarrollar lo que será su propia posición:

“(…) la presencia del inconsciente, por situarse en el lugar del Otro, ha de buscarse en todo discurso, en su enunciación.” (Posición del Icc, Siglo XXI editores, pág. 813)

El inconsciente queda articulado a la enunciación, esto es, al acto de decir más allá de los enunciados:

El inconsciente es lo que decimos, si queremos entender lo que Freud presenta en sus tesis.” (Posición del Icc., pág. 809)

 Para Lacan el inconsciente no se ajusta a las categorías del espacio euclidiano sino que más bien es un fenómeno ligado al tiempo: el inconsciente no es sustancial  (por ejemplo: no “es” el pasado), sino que se produce en acto, como un efecto propio de la  cadena significante.

En esta misma lógica, y con el fin de desvincular la noción de espacio del concepto de inconsciente- que tiende a situarlo en el interior del ser-hablante- Lacan introduce el término sujeto para referirse a lo que allí se produce, desechando definitivamente la noción retrógrada de aparato psíquico.

En la medida en que el inconsciente se produce como un efecto del decir, no resulta posible sostener ninguna división de la índole de lo interior-exterior en lo referente al sujeto, en tanto y en cuanto el lenguaje no se ubica  "dentro" del hablante, sino que es éste quien lo habita.                  


En el marco del Seminario 11, en el que trabaja sobre los mismos temas que en el escrito que nos ocupa, Lacan lo dice de este modo:

Antes de toda experiencia, antes de toda deducción individual, incluso antes de que se inscriban en él las experiencias colectivas que sean, pueden referirse a las necesidades sociales, algo organiza ese campo o inscribe en él las líneas de fuerza iniciales. Esa es la función que Claude Lévi-Strauss nos muestra como la verdad de la función totémica, y cuya apariencia ha reducido, la función clasificatoria primaria. (…)”  
(Nota: la continuación permite leer que se trata del lugar del Otro. S. Sica)

Lo importante, para nosotros, consiste en que vemos aquí el nivel donde -antes de toda formación del sujeto, de un sujeto que piensa, que se sitúa- eso cuenta, es contado, y en esa cuenta, el que cuenta ya está en ella. Sólo después el sujeto tiene que reconocerse allí, reconocerse como contante. Recordemos el ingenuo tropiezo en el que el medidor del nivel mental se regocija al sorprender al niño que enuncia: tengo tres hermanos, Pablo, Ernesto y yo. Pero ello es completamente natural, en primer lugar, se cuentan los tres hermanos, Pablo, Ernesto y yo, y, además, hay yo al nivel en que se emite que tengo que pensar el primer yo, es decir, yo que cuento.” (Seminario 11, Editorial Paidós, clase “El inconsciente freudiano y el nuestro”, pág. 28)
(Nota: mediante este ejemplo, Lacan ubica la diferencia y articulación entre el sujeto del enunciado  (“Pablo, Ernesto y yo”) y el sujeto de la enunciación (“Yo” que cuento) S. Sica)

“El inconsciente de Freud no es en absoluto el inconsciente romántico de la creación imaginativa. No es el lugar de las divinidades de la noche. Sin duda, este tiene alguna relación con el lugar hacia donde gira la mirada de Freud, pero el hecho de que Jung, posta de los términos del inconsciente romántico, haya sido repudiado por Freud nos indica bastante claramente que el psicoanálisis introduce otra cosa. (…)
 “A todos estos inconscientes siempre más o menos afiliados a una voluntad oscura considerada como primordial, a algo anterior a la conciencia, Freud opone la revelación de que al nivel del inconsciente hay algo en todos los aspectos homólogo a lo que ocurre al nivel del sujeto; ello habla y ello funciona de una manera tan elaborada como al nivel de lo consciente, que pierde así lo que parecía su privilegio. Conozco las resistencias que todavía provoca esta simple observación a pesar de ser visible en el menor texto de Freud (…)” (Seminario 11, pág. 32)

Con el término “sujeto” Lacan pretende responder a la pregunta ¿quién habla? a nivel de las formaciones del inconsciente: ¿quién "pensó" en la sorprendente y significativa sustitución de una palabra por otra que se produce en un lapsus?  "Yo" no- responderá el hablante; el sujeto del inconsciente- dirá Lacan.

La existencia “puntual y evanescente” del sujeto del inconsciente está dada por la articulación y la distancia, la brecha, entre el decir y el querer decir.

El sujeto del inconsciente no “es” la palabra que se dijo en lugar de otra que se quería decir, sino que es el efecto que se produce en el-entre-ambas: en todo caso el sujeto es la esquizia o división que se efectúa en el hablante como producto de la articulación retroactiva entre S1-S2.

viernes, 14 de enero de 2011

Lectura de "Posición del inconsciente" parte 2: Lo que el inconsciente es y lo que no es

          Lo que el inconsciente es y lo que no es

En 1964 Lacan redacta, a pedido de Henri Ey, el resumen de sus intervenciones en el Coloquio de Bonneval, desarrollado en 1960.

Se trata, como el título mismo lo indica, de una verdadera toma de posición en lo que hace al concepto de inconsciente, en tanto y en cuanto Lacan se esforzará por acentuar la especificidad del descubrimiento freudiano, en oposición a la consumada psicologización de la teoría por parte de los psicoanalistas de la IPA.

Será en este escrito así como en las primeras clases del Seminario 11, “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”, en donde Lacan desarrollará de manera formalizada la estructura del concepto de inconsciente, de la que se desprenderá, por ejemplo, la lógica de las sesiones de tiempo variable y el manejo de la transferencia. Es decir que se trata, ni más ni menos, del fundamento teórico en el que Lacan apoyará la práctica por la que será excluido de la IPA.

Es muy importante subrayar que el manejo del tiempo y el corte de las sesiones por parte del analista se apoyan en el planteo que desarrolla Lacan en este escrito, razón por la cual no va a modificar el alcance del concepto  en la continuación de su enseñanza, aún cuando llegue en el Seminario 24 a proponer el neologismo “L'une-bévue” (cuya traducción aproximada sería “una-equivocación”) para designarlo.
Como vamos a leer en Posición del Inconsciente, Lacan articula el inconsciente a una hiancia temporal que se efectúa en una lógica de apertura y cierre; es justamente por  ignorar esta estructura que los psicoanalistas post-freudianos produjeron el cierre del inconsciente,  al ubicar en primer plano la pretendida unidad yoica.
El interés que reviste el estudio de la lógica del concepto, radica en que los psicoanalistas que nos vinculamos a su enseñanza podríamos producir el mismo efecto de sutura que los analistas criticados por Lacan, aún cuando utilizáramos términos y conceptos lacanianos.

El texto comienza por ubicar ciertos sentidos con los que se utiliza el concepto de inconsciente, que tienden a confundir y degradar lo que Freud formuló como un nuevo paradigma:

“El inconsciente no es una especie que defina  en la realidad psíquica el círculo de lo que no tiene el atributo (o la virtud) de la conciencia.”
“Puede haber fenómenos que corresponden al inconsciente bajo estas dos acepciones: no por ello dejan de ser la una a la otra extrañas. No tienen entre sí más relación que de homonimia.”  (Escritos 2, Siglo XXI editores, pág. 809; todos los resaltados son nuestros)
“Decir que el inconsciente para Freud no es lo que llaman así en otras partes poco añadiría si no se entendiese lo que queremos decir: que el inconsciente de antes de Freud no es pura y simplemente.” (pág. 809)
“¿Qué hay en común  (…) efectivamente entre el inconsciente de la sensación (en los efectos de contraste o de ilusión llamados ópticos), el inconsciente de automatismo que desarrolla el hábito, el coconsciente (?) de la doble personalidad, las emergencias ideicas de una actividad latente que se impone como orientada en la creación del pensamiento, la telepatía que algunos quieren referir a esta última, el fondo adquirido, incluso integrado a la memoria, lo pasional que nos sobrepasa en nuestro carácter, lo hereditario que se reconoce en nuestras naturalezas, el inconsciente racional finalmente o el inconsciente metafísico que implica el "acto del espíritu"?” (pág. 809/10)


Esta lista que Lacan propone es muy interesante para nuestra reflexión, en la medida en que presenta gran actualidad: ni la “sensación”, ni los hábitos, ni la “doble personalidad”, ni la telepatía, ni lo hereditario, ni lo pasional, tienen relación con el concepto de inconsciente que utiliza el psicoanálisis. A lo sumo hay una relación de homonimia.

Continúa diciendo:

“(Nada en todo esto se parece, sino por confusión, por lo que los psicoanalistas le han adjuntado de oscurantismo, al no distinguir el inconsciente del instinto, o como dicen ellos de lo instintual -de lo arcaico o de lo primordial, en una ilusión decisivamente denunciada por Claude Levi-Strauss -hasta de Io genético de un pretendido "desarrollo".)”


En la misma línea de confundir el inconsciente con otro tipo de fenómenos, Lacan sostiene que los psicoanalistas post-freudianos contribuyeron al oscurantismo  al equipararlo a lo “instintual”, algo así como lo arcaico o primordial que tendría que evolucionar hacia formas más completas.

Si dejamos de lado la comodidad de la posición del alma bella, resulta pertinente que apliquemos estos señalamientos taxativos que Lacan ubica en este escrito, al discurso que actualmente solemos sostener los analistas lacanianos en torno al goce y lo real: ¿no se los utiliza, acaso, desmedida y livianamente para explicar toda clase de fenómenos clínicos como si fuesen la causa última del sufrimiento? Así utilizados ¿no se tratará de las nuevas-viejas figuras de lo primordial-instintual?

Sea como fuere, lo que Lacan subraya es que el inconsciente del psicoanálisis no es ni lo oscuro, ni lo primordial, ni lo pasional,  ni lo instintual-corporal en ninguna de sus formas.

A todo esto opondrá su tesis:
“El inconsciente, es un concepto forjado sobre el rastro de lo que opera para constituir al sujeto”. (...)
“El peso que damos al lenguaje como causa del sujeto…” (…)
“El inconsciente es lo que decimos, si queremos entender lo que Freud presenta en sus tesis.” (pág 809)

Para Lacan, si lo inconsciente se vincula al lenguaje y “es lo que decimos”,  no es lo profundo, ni lo oscuro, ni la doble personalidad, ni las pasiones ignoradas, ni sensaciones corporales no conscientes.
En tanto y en cuanto no se relaciona con ninguna interioridad, Lacan desarrollará una topología que pueda dar cuenta de la absoluta especificidad del concepto inconsciente.

Lectura de "Posición del inconsciente" parte 1: Contexto histórico

  “Posición del Inconsciente”:  contexto histórico

Elaborado en marzo de 1964, “Posición del Inconsciente”  constituye la redacción por parte de Lacan de su participación en el Coloquio de Bonneval desarrollado en 1960.

Henri Ey convoca para el Congreso de Bonneval a filósofos y psicoanalistas pertenecientes a las dos grandes tendencias que en aquel entonces estaban representadas por la Sociedad Psicoanalítica de París (SPP) y  por    la Sociedad Francesa de Psicoanálisis (SFP)- de la que formaba parte Lacan-, con el objeto de debatir sobre el estatuto del inconsciente freudiano.

H.  Ey no invita a ningún maestro de la segunda generación, a excepción de Lacan, a quien le propone participar en el debate sin realizar ninguna ponencia. Los psicoanalistas invitados son nombres de la tercera generación francesa: Leclaire, Laplanche, Perrier, Pontalis (por la SFP) Lebovici, Diatkine, André Green (por la SPP) mientras que por parte de los filósofos fueron convocados  Ricoeur, Merleau- Ponty, Henri Lefevre, Jean Hyppolite.

La SFP fue representada mayoritariamente por alumnos de Lacan, los que no estaban completamente de acuerdo entre ellos en lo referente a las hipótesis  lacanianas, a punto tal que Leclaire y Laplanche presentaron juntos una ponencia titulada “El inconsciente, un estudio psicoanalítico”, dividida en capítulos que firman por separado. A pesar de las disidencias teóricas, el trabajo denotaba un verdadero esfuerzo de investigación, tal vez el último debate genuino registrable en el entorno lacaniano que prontamente se convertiría en una masa que sólo quería imitar al líder. 

La parte esencial del coloquio trató de las relaciones del inconsciente y el lenguaje, por lo que las discusiones se organizaron en torno a la enseñanza lacaniana, hecho que representó un fuerte espaldarazo en relación a la disputa política de Lacan con la SPP y la IPA.  Además, desde el punto de vista teórico, Bonneval  constituyó la posibilidad de demostrarles a los psicoanalistas de la IPA que el freudismo revisado desde la lingüística presenta  las condiciones  de una ciencia en forma plena, sin la necesidad de su reducción a la biología.

jueves, 13 de enero de 2011

Leer a Lacan - Presentación


Es por todos conocido que, al menos en  Argentina,  la gran mayoría de los psicoanalistas hemos leído y releído, asidua y rigurosamente, las  Obras Completas de Sigmund Freud. Podemos citar de memoria fragmentos enteros de sus ensayos, ubicando el año, el contexto, los interlocutores a quienes Freud se dirigía, etc.

Sin embargo, con la enseñanza que Jacques Lacan impartiera entre los años 1953 – 1980 ha ocurrido un curioso fenómeno: si bien hay un número importante de psicoanalistas que se hacen representar por el término “lacanianos”, se verifica que no hay un trabajo de lectura de igual magnitud sobre sus seminarios y  escritos que con los textos freudianos.

A esto han contribuido varios factores, como por ejemplo el hecho – bastante sintomático por cierto- de que aún no han sido publicados un gran número de sus seminarios, o el estilo críptico que le valió el apelativo de “el Góngora del psicoanálisis”, entre otros.

Lo que ha proliferado en su lugar es una versión de salón que lo reduce a una jerga inconexa que nadie interroga, repleta de aforismos a los cuales no se les reclama su articulación con el resto de la teoría, algo así como un Lacan de bolsillo y de tinte materialista que de ningún modo es equivalente al autor que se descubre cuando se abordan los pliegues de sus textos de manera directa.

Se producen, entonces- como risueñas paradojas russellianas- psicoanalistas que se dicen lacanianos y que no leen a Lacan pero repiten una jerga que lo distorsiona.

El propósito de esta página es propiciar un acercamiento directo a los textos lacanianos, causar el deseo de saber que posibilite  asumir una posición de analizante respecto de una enseñanza que trazó un antes y un después en la historia del psicoanálisis y cuya consecuencia mayor, asentada en una posición ética, es ni más ni menos que clínica.

Se trata, entonces, de leer a Lacan.