Promediando el seminario “Aún”, al hacer referencia a un
libro en el cual se lo criticaba – “El título de la letra”, de J.L. Nancy y P. Lacoue-Labarthe- , Lacan afirmaba
que encontraba allí la condición de una buena lectura: “imponerse límites”.
Esta idea ya había sido expuesta en los comienzos de su enseñanza con la
aplicación de la llamada “disciplina del comentario” como método de abordaje de
textos. Sin embargo, estos límites presentarán
sus coordenadas “en los varios pentagramas de una partitura” (según otra
conocida afirmación de Lacan en su escrito “Instancia de la letra en el
inconsciente”), esto es, en la
articulación de varias cadenas significantes que permiten el entrelíneas.
Es decir: la lectura es una operatoria que se produce en
el entrelíneas:
“Resulta entonces sorprendente ver cómo la lengua de la que
se sospecha sea la más tonta es precisamente la misma que forja el término
intelligere, leer entre líneas, a saber, en un lugar distinto al de la manera según
la cual se escribe lo simbólico” Seminario RSI, 10/12/74
Desde esta
perspectiva, consideramos que, para leer a Lacan, resulta imprescindible situar
los seminarios y escritos en el contexto de su tiempo, a la manera de “los
pentagramas de una partitura”.
Justamente, para emprender la lectura del Seminario 16, “De un Otro al otro.” - dictado
por Lacan entre los años 1968/69- es necesario ubicar ciertas coordenadas del clima sociocultural
en el que se desplegó, sin las cuales
resultaría difícil no apresurarse a cerrar con un sentido por anticipado a toda una serie
de conceptos claves que serán desarrollados
a lo largo del seminario, como la
articulación entre el plus de gozar con la plusvalía marxista o los conceptos de discurso y estructura en la
determinación del sujeto.
Francia en 1968, contexto cultural
Los años 60 en Francia - al igual que en el resto
de occidente - fueron una época de acelerados cambios culturales. La época
estaba caracterizada por el éxodo rural y el surgimiento de la sociedad de consumo, cada vez más influida por los
medios masivos de comunicación
que generalizaban la cultura de masas.
Es además
en los años 60 cuando los jóvenes se convierten en una categoría socio-cultural
logrando su reconocimiento como un actor social que establece procesos de
adscripción y diferenciación entre sus opciones y las de los adultos. Estos
procesos se desarrollan a través de las subculturas juveniles nacidas a partir de finales de los años
1950, dentro de movimientos contraculturales como la cultura underground y los movimientos beatnik y hippie. Esta juventud tenía sus propios ídolos musicales
como los Beatles, Rolling Stones, Bob Dylan etc. Muchos
de estos movimientos cuestionaron y criticaron el estilo de vida plástico
ofrecido por el mercado de consumo y la organización capitalista de la
posguerra.
En el plano filosófico varias
obras y autores tuvieron gran influencia en una parte del movimiento: Wilhelm Reich,
freudomarxista,
cuyo manifiesto, La revolución sexual, daba nombre a una de las
consignas más repetidas; Herbert Marcuse con El hombre unidimensional,
publicado en Francia en 1964 y que tuvo que ser reeditado en el 68; Raoul
Vaneigem, con el Traité de savoir-vivre à l'usage des jeunes
générations de 1967; Guy Debord con La sociedad del espectáculo,
también del 1967. Pierre Bourdieu y Jean-Claude Passeron publicaban en 1965 Les
étudiants et leurs études donde hacían una ácida crítica al sistema
educativo francés y sus mecanismos de reproducción social, que permitían a las elites conservar su poder
de generación en generación.
Mientras tanto en École Normale Supérieure, el filósofo
marxista Louis Althusser estaba al frente de una generación de
pensadores marxista-leninistas que formaron el embrión de
las primeras organizaciones maoístas.
El Mayo francés
En mayo de 1968 se produjo en Francia la rebelión obrero-estudiantil conocida como el Mayo Francés, que puso en jaque al gobierno de Charles De Gaulle.
La protesta comenzó el 22 de marzo de 1968 cuando un grupo de estudiantes de la Facultad de Nanterre invadió las oficinas de la dirección reclamando el derecho a celebrar reuniones políticas y bregaron por la modificación de los planes de estudio. Pronto el movimiento se extendió a París, y cuando el gobierno de De Gaulle ordenó la ocupación del Barrio Latino (donde se encuentra la Soborna) y obligó a los estudiantes a desconcentrar la movilización, la protesta se generalizó. Cientos de automóviles fueron incendiados y los obreros declararon la huelga general en solidaridad con los estudiantes.
Sin embargo, el movimiento no obtuvo la adhesión de los franceses de clase media, atemorizados ante la posibilidad de una Francia comunista y alarmados por la propaganda exagerada del gobierno. El gobierno gaullista lograría inicialmente salir fortalecido; sin embargo, la derrota en el referéndum de abril de 1969 significó la dimisión de De Gaulle y su retiro de la política.
La revuelta de Mayo del 68, como tal, no provocó cambios realmente decisivos en la sociedad francesa. La Universidad sí cambió: los estudiantes y el profesorado progresista se adueñaron prácticamente de ella, pero luego fueron perdiendo ese poder poco a poco. En las fábricas, los trabajadores obtuvieron ciertas mejoras salariales y de condiciones de trabajo, y los sindicatos, un aumento de su influencia.
Lacan y los acontecimientos de Mayo
En mayo de 1968, Lacan
se ubicaba en cierto antagonismo conceptual respecto de Sartre y la noción de
libertad. Por entonces, no tenía ni la
celebridad ni la irradiación internacional del filósofo existencialista, y su posición respecto de los acontecimientos
de orden político, no se distanciaba de sus desarrollos teóricos. De hecho, en
1969, al finalizar la conferencia que Foucault brindara sobre la noción de
autor, Lacan intervino – en referencia a la famosa inscripción aparecida en
mayo del 68 en una pizarra de una sala de la Sorbona “Las estructuras no bajan
a la calle”- , diciendo “No considero de ningún modo que sea legítimo haber
escrito que las estructuras no bajan a la calle, porque si hay algo que
demuestran los acontecimientos de mayo es precisamente la bajada a la calle de
las estructuras.”
Pronto, en medio de los acontecimientos del mayo francés,
Lacan iba a tener encuentros con representantes de la Izquierda Proletaria. De
hecho, se reunió, acompañado por Leclaire, con uno de los líderes de esa
agrupación que nucleaba a una fracción de la juventud intelectual francesa,
Daniel Cohn-Bendit.
Al mismo tiempo, en plena crisis interna de la Escuela Freudiana de París, varios de sus integrantes
comenzaron a sumarse a la Izquierda Proletaria, lo que desató el fastidio de
Lacan y la negativa a ayudar económicamente a los militantes cuando estos se lo
solicitaron: “La revolución soy yo, no veo por qué habría de subvencionarlos.
Ustedes hacen imposible mi revolución y me quitan mis discípulos.” (citado por
Roudinesco en “Lacan”, pág 493 de la edición en español, Fondo de Cultura
Económica)