Lacan comienza afirmando que la esencia de la teoría
psicoanalítica es un discurso sin palabras, articulando las nociones de
discurso y estructura, preanunciando la escritura de los cuatro discursos que
emprenderá en el seminario próximo (“El reverso del psicoanálisis”)
Luego hace alusión al estructuralismo, que por aquellos días
constituyó una etiqueta “para englobar a unos cuantos cuyo trabajo había
trazado hace mucho tiempo algunos caminos de este discurso.” (pág 11)
Este seminario debe contextuarse en los acontecimientos de
mayo de 1968 y en las disputas teóricas entre el existencialismo y el
estructuralismo.
Más tarde Lacan plantea que hay una homología entre la plusvalía
marxista y el objeto a, lo que designará con el concepto de plus-de-gozar.
El discurso analítico demuestra en la renuncia al goce, un
efecto del discurso.
En este contexto, el discurso es articulado al campo del
Otro, en homología con el mercado en el circuito de la plusvalía.
“El plus de gozar es función de la renuncia al goce por el
efecto del discurso. Eso es lo que da su lugar al objeto a (… ) así, el plus de
gozar permite aislar la función del objeto a.” (pág. 18)
Lacan sostiene que el discurso implica al sujeto, como lo
que el significante representa para otro significante, lo que supone una
“pérdida de mismidad”: “ ¿cómo algo de éste sujeto que desaparece cuando surge
(…) puede constituirse y hacerse pasar por algo que se satisface por ser idéntico
a sí mismo?” (pág. 20)
“Hay una pérdida de identidad que se llama, hablando con
propiedad, objeto a. Esto es lo que indica la teoría de Freud respecto a la
repetición.” (pág. 20)
“En nuestro nivel sólo cuenta esta pérdida. No idéntico de
aquí en más a sí mismo, el sujeto ya no goza. Algo está perdido y se llama el
plus-de-gozar.” (pág. 20)
Para dar cuenta de esta pérdida, Lacan afirma que las
configuraciones económicas son más propicias que las provenientes de la
termodinámica, que se le ofrecían a Freud.
En la definición del sujeto como causado por la relación
intersignificante, se plantea algo que “nos prohíbe para siempre atraparlo”.
Sin embargo, esto da ocasión de percibir que lo que da la
unidad al sujeto es el fantasma ($ a), la relación, la soldadura, el
congelamiento que hace posible unificar un sujeto como sujeto de todo discurso.
(pág 21)
El fantasma entonces es lo que brinda la consistencia de esa
relación entre sujeto y objeto, donde se produce algo que ya no es sujeto ni
objeto, sino un congelamiento del efecto de significación.
Por apertura del juego del organismo, el objeto puede asumir
la figura de estas entidades evanescentes cuya lista va del seno a la
deyección, de la voz a la mirada: son fabricaciones del discurso de la renuncia
al goce.
En torno de ellos puede producirse el plus de gozar. (pág. 21)
El Otro es el campo de la Verdad donde el sujeto adquiriría
consistencia, pero no hay en el campo del Otro la posibilidad de entera
constitución del discurso.
Si la consistencia no puede asegurarse en el Otro, ¿dónde
está la Verdad sino en aquello por lo que responde la función del objeto a?.