viernes, 25 de marzo de 2011

Conceptos: "El sujeto del inconsciente y lo simbólico."


Después de leer rigurosamente todos los seminarios y los escritos lacanianos, no queda menos que dejar surgir un gesto de sorpresa al escuchar a diversos psicoanalistas insistir sobre una interpretación biologicista de los conceptos de Real, Inconsciente o Goce. La pregunta que brota en este punto es ¿cuántas veces un hombre tiene que repetir su mensaje para hacerse escuchar? No digo “para que se le dé la razón”, eso sería harina de otro costal, sino, lisa y llanamente, hacerse escuchar sobre su concepción acerca de algo. El caso de Lacan es ejemplificador de los obstáculos que encuentra el psicoanálisis en sus interlocutores, aun si se trata de los psicoanalistas. ¿Cómo podría ser tan contradictorio un autor al incursionar en la enseñanza del psicoanálisis con el paradigma del significante –con el fin de oponerse a las versiones oficiales de Freud que lo reducían a un juego de instintos biológicos-, para luego volver a sostener, en una pretendida “última parte de su enseñanza”, lo mismo que denostó como anti-psicoanalítico?

Tomemos por caso el concepto de Inconsciente: Lacan comenzó por articularlo con el lenguaje y sus efectos y nunca dejó de sostener la misma hipótesis, a pesar de utilizar diferentes elementos de la lingüística, los grafos, la topología o los nudos en diversos puntos de su recorrido. Más a pesar de su insistencia, hay psicoanalistas que se obstinan en interpretar que…se trata de “lo real del cuerpo”, “lo real del goce” o “el inconsciente real”, utilizando el término “real” de manera naif, haciéndolo equivaler a la sustancia tridimensional, desmintiendo que Lacan diga una y otra vez que se trata de lo imposible, de aquello que vuelve al mismo lugar y por lo tanto, de la instancia de la letra.

A sabiendas de que las citas de Lacan no ocupan, en ningún caso, el lugar de la Verdad o de algún tipo de demostración, en un proyecto como el que me propongo en esta página- “Leer a Lacan”- citar el texto forma parte de la honestidad intelectual requerida para sostener un argumento: hay continuidad- y no ruptura- en la enseñanza de Lacan.
Revisemos entonces  algunos seminarios - en particular, aquellos que son situados por cierto discurso como “el último Lacan”, es decir,  en los que presumiblemente se produjo un corte o cambio de paradigma interno tendiente a atomizar los conceptos hacia el goce y lo real-,  en función de cotejar las formulaciones respecto del  sujeto del inconsciente como lo que un significante representa para otro significante.

“Palabras sobre la histeria”. (Intervención de J. Lacan en Bruselas, 26 de Febrero de 1977)
“Ese inconsciente en el cual Freud no comprendía estrictamente nada, son representaciones inconscientes. ¿Qué es lo que puede ser eso, representaciones inconscientes? Hay ahí una contradicción en los términos: unbewusste Vorstellungen. Yo he intentado explicar eso, fomentar eso para instituirlo al nivel de lo simbólico. Eso no tiene nada que ver con representaciones, este simbólico, son palabras y, en el límite, se puede concebir que unas palabras son inconscientes. No se cuenta incluso más que eso a montones: en el conjunto, ellas hablan sin saber absolutamente lo que dicen. En lo cual el inconsciente no tiene cuerpo más que de palabras.” (…)

Seminario 24, “L’insu…”  (clase del 10 de mayo de 1977)
No hay nada más difícil de aprehender que este rasgo de l'une-bévue, por el que he traducido el Unbewusst, que quiere decir en alemán inconsciente. Pero traducido por l'une-bévue, eso quiere decir muy otra cosa — un escollo, un tropiezo, una patinada de palabra a palabra. Es precisamente de eso que se trata. Cuando nos confundimos de llave para abrir una puerta que precisamente esta llave no abre, Freud se precipita para decir que uno ha pensado que ella abría esta puerta, pero que uno se confundió. Equivocación (bévue) es el único sentido que nos queda para esta conciencia. La conciencia no tiene otro soporte que permitir una equivocación (bévue).


Como se leerá con claridad, Lacan vincula el inconsciente a la palabra, incluso y particularmente al proponer un nombre distinto para designarlo (“l'une-bévue”).



Seminario 24, “L’insu…”  (clase del 19 de abril de 1977)
“El yo (moi), así designado en la segunda tópica de Freud, es supuesto tener intenciones, por el hecho de que se le atribuye lo que chamuya, y que se llama su decir. El dice, en efecto, y dice imperativamente. Es al menos así como comienza a expresarse, por el imperativo, que yo apoyé del significante índice 2 por el que he definido al sujeto. Dije que un significante era lo que representaba el sujeto para otro significante.

Seminario 25, ·”El momento de concluir”  (clase 1, 15 de noviembre de 1977)
“La neurosis es natural? No es natural más que en tanto que en el hombre hay un Simbólico, y el hecho de que haya un Simbólico implica que un significante nuevo emerge, un significante nuevo con el cual el Yo(moi), es decir la consciencia, se identificaría; pero lo que hay de propio al significante, que he llamado con el nombre de S1, es que no tiene más que una relación que lo define: la relación que tiene con S2. S1------S2. Es en tanto que el sujeto está dividido entre ese S1 y ese S2 que se soporta, de suerte que no se puede decir que sea uno sólo de los dos significantes quien lo represente.”


En los seminarios dictados durante 1977, Lacan afirmaba el mismo paradigma con el que se opuso a los psicoanalistas posfreudianos.


Seminario 25, “El momento de concluir” (clase 4, 10 de enero de 1978)
El fin del análisis es cuando se ha girado dos veces en círculo, es decir reencontrado esto de lo cual se está prisionero. Recomenzar dos veces el giro en círculo, no es cierto que sea necesario. Basta que se vea eso de lo que se está cautivo, y el inconsciente es eso: es la cara Real —puede ser que tengan una idea luego de haberme escuchado numerosas veces, puede ser que tengan una idea de lo que llamo lo Real— es la cara Real de eso en lo que se está enredado (empêtré). (…)
Lo Simbólico es el lenguaje: se aprende a hablar y eso deja trazas. Eso deja trazas y, debido a eso, deja consecuencias que no son ninguna otra cosa que el "síntoma" (sinthome), y el análisis consiste —hay con todo un progreso en el análisis— el análisis consiste en darse cuenta por qué se tienen esos "síntomas" (sinthomes), de suerte que el análisis está ligado al saber.(…)
¿Cuál es el lazo (lien), sino el lugar (lieu), de la representación de lo escrito ? Tenemos la sugestión de que lo Real no cesa de escribirse. Es seguramente por la escritura que se produce la activación (forcage). Ello se escribe, igualmente lo Real, pues es necesario decirlo: ¿de qué modo lo Real aparecería si no se escribiera?

Es seguramente por lo que lo Real está allí. Está allí por mi forma de escribirlo.

La escritura es un artificio. Lo Real no aparece pues más que por un artificio, un artificio ligado al hecho de que hay la palabra e incluso el decir. Y el decir (le dire) concierne a lo que se llama la verdad. Es seguramente por lo que "digo" que, la verdad, no se puede decirla (la dire).(…)
El inconsciente es lo que he dicho, eso no impide contar, contar de dos formas que no son, ellas, más que formas de escribir. Lo que hay de más Real, es lo escrito y lo escrito es confusional (confusionnel).”



Como se advertirá, cuando Lacan se refiere a “la cara real” del inconsciente alude a la función de lo escrito, esto es, la letra. Pero a pesar de ello, las versiones de un Lacan-biológico proliferan en algunos grupos de psicoanalistas. ¿Se seguirá allí leyendo a Lacan?

miércoles, 23 de marzo de 2011

Lectura de "Posición del inconsciente" parte 4: el inconsciente y la enunciación.


  Vinculado a una lógica temporal de apertura y cierre, el inconsciente es situado por Lacan como un efecto propio del decir, del ejercicio de la palabra: “El inconsciente es lo que decimos, si queremos entender lo que Freud presenta en sus tesis.”

 Esta conceptualización del inconsciente como fenómeno que se produce en acto, es consecuencia de lo que podría designarse como un verdadero paradigma: la lógica del significante.
Para referirse a esta estructura no sustancial del inconsciente, Lacan apelará en el texto que nos ocupa  a la diferenciación lingüística del sujeto del enunciado y el sujeto de la enunciación:
“…la presencia del inconsciente, por situarse en el lugar del Otro, ha de buscarse en todo discurso, en su enunciación.” (Posición del inconsciente, Escritos 2, pág. 813)

Ha de tomarse en cuenta que el término “discurso” es utilizado por Lacan en un sentido coloquial, ya que recién lo utilizará como un concepto a partir del Seminario El reverso del psicoanálisis correspondiente a los años 1969-70. Por lo tanto, en este caso se refiere al acto de palabra, que permite diferenciar al hablante de sus dichos, bajo las categorías de “enunciado” –lo efectivamente pronunciado- y la “enunciación” –el acto mismo del decir-.

Los lectores de Freud recordarán un excelente ejemplo de la esquizia que el decir impone al sujeto en el historial del Hombre de las ratas:
“ A los doce años de edad amaba a una niña, hermana de un amigo (…), pero ella no era con él todo lo tierna que él deseaba. Y entonces le acudió la idea de que ella le mostraría amor si a él le ocurría una desgracia; se le puso en la cabeza que esta podía ser la muerte de su padre. Rechazó esta idea enseguida y enérgicamente. Aún ahora se defiende de la posibilidad de haber exteriorizado con ello un «deseo».
-“ Es que fue sólo una «conexión de pensamiento».
- Yo le objeto: Si no era un deseo, ¿por qué la revuelta?
 – “Bueno,  sólo por el contenido de la representación: que mi padre pueda morir.
- Yo: “Trata a ese texto como a uno de lesa majestad; según es sabido, se castiga igual que alguien diga «El emperador es un asno» o que disfrace así esas palabras prohibidas: «Si alguien dice (“el emperador es un asno”). . ., tendrá que habérselas conmigo».

En el seminario “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis” Lacan lo dirá de esta manera:
Recordemos el ingenuo tropiezo en el que el medidor del nivel mental se regocija al sorprender al niño que enuncia: tengo tres hermanos, Pablo, Ernesto y yo.  Pero ello es completamente natural, en primer lugar, se cuentan los tres hermanos, Pablo, Ernesto y yo, y, además, hay yo al nivel en que se emite que tengo que pensar el primer yo, es decir, yo que cuento.” (Seminario 11, Editorial Paidós, pág. 28)
En efecto, el yo que enuncia, el yo de la enunciación no es lo mismo que el yo del enunciado, es decir, el shifter que, en el enunciado, lo designa.” (Seminario 11, Editorial Paidós, pág. 145)
Toda enunciación habla del deseo y es animada por él” (Seminario 11, pág. 147)

Otro ejemplo sencillo es el del paciente que dice a su analista: “No le voy a decir que las sesiones me resultan cortas…”: a pesar del enunciado, está dicho.
En este caso, lo inconsciente será la intención que se articula en la brecha del enunciado y la enunciación, produciendo el efecto paradójico al que Freud hacía referencia al decir que el inconsciente no conoce la contradicción.

EL sujeto tendrá entonces una existencia “puntual y evanescente” (Seminario 20, Editorial Paidós, pág. 172) en tanto será el efecto retroactivo a la enunciación: no hay inconsciente por fuera de su puesta en acto, que es lo que le brindará su estatuto ético y no ontológico.

De esto se desprende una consecuencia clínica muchas veces descuidada por los psicoanalistas que nos vinculamos a los textos lacanianos, y es que ningún fenómeno podrá ser considerado, a priori, como una formación del inconsciente: un sueño, un acto fallido, un lapsus, solo tendrán el carácter de puesta en acto del inconsciente en la medida que impliquen un corte, una discontinuidad, un encuentro o un desencuentro retroactivos para el hablante, más allá de lo que éste esperaba o tenía la intención de decir.