domingo, 20 de junio de 2021

Los podcast de Leer a Lacan : "El concepto de pulsión en Lacan." (partes 2 y 3 )

 En estos podcast, vamos a continuar trabajando sobre el concepto de pulsión en Jacques Lacan, en esta ocasión deteniéndonos en los novedosos desarrollos que el autor expone en el Seminario 11, acerca de “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”, así como la articulación clínica que Lacan propone en el marco del Seminario 16, "De un Otro al otro." en relación a la escena perversa. 







viernes, 11 de junio de 2021

Conferencia: "El psicoanálisis en su referencia a la relación sexual." Jacques Lacan, dictada en el Museo de la Ciencia y de la Técnica de Milán, el 3 de Febrero de 1973

 

Durante el Seminario 20, Aún”, en la sesión del 13 de febrero de 1973 (titulada en la versión de Paidós “Aristóteles y Freud: la otra satisfacción.”), Lacan hace referencia  a una conferencia que dictó en Milán unos días antes,  en ocasión de sus vacaciones de invierno.

Dado que, como él mismo lo señala, no había preparado lo que iba a decir, la conferencia tiene ese tono coloquial y fluido que podía tener Lacan cuando quería.

Es un material que quizás convendría ser incluido por quienes se dispongan a leer con atención el Seminario 20, porque es el autor mismo el que despeja algunos de los prejuicios que ya se estaban instalando alrededor de su enseñanza, como la idea de que lo Imaginario sería un registro degradado respecto de lo Simbólico, y ambos, respecto del Real o que en ese “período de su enseñanza” ya no afirmaba que el inconsciente está estructurado como un lenguaje.

Aquí comparto la versión traducida por Claudia Bilotta y Ricardo E. Rodríguez Ponte.

 

Entonces, ustedes están aquí... por razones, evidentemente... supongo... diversas y entre las cuales pienso que mi título cuenta.

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Entonces, mi título yo se lo había dado en principio a Contri, gracias a quien yo estoy aquí. Mi título le fue transmitido por mi se-cretaria ― tengo una maravillosa secretaria que todo el mundo conoce, en París por supuesto. Ella se llama: Gloria.

Entonces, Gloria le dijo: El psicoanálisis en su referencia a la relación sexual.

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Estoy muy contento, muy contento porque esto haya sido transcripto por: El psicoanálisis y su referencia a la relación sexual, porque esto me va a dar mucho menos trabajo, que eso esté ligado por medio de una conjunción y no por medio de una implicación... eso me va a dar mucha más libertad.

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He vuelto... he venido aquí por ustedes de los deportes de invierno... Estoy vacacionando, y eso significa un gusto enorme por Milán: verdaderamente es preciso que me guste mucho Milán para haber cortado mi estadía en los deportes de invierno.

Como por lo tanto yo estaba en eso, no preparé especialmente lo que tengo para decirles, tanto más cuanto que yo creo que era impreparable, impreparable justamente a causa del carácter, digamos, heteróclito de aquellos a quienes podía dirigirme.

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Recién me preguntaron si hacía falta presentarme. Ustedes son ahí bastante numerosos como para que eso baste como presentación. Yo voy a tratar de presentarme por la manera en la que voy a intentar desbrozar este asunto.

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Este asunto, yo lo he elegido, se lo he dado a Contri porque cuando uno está tomado en cierta práctica no hay que creer que se tiene el poder de poner distancia.

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El psicoanálisis y su referencia a la relación sexual, digamos que es ahí que, ya desde hace a pesar de todo algunos años, es ahí que estoy.

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Es un punto que me ocupa y al nivel del cual forzosamente... trato de decir algo que creo importante.

Todo el mundo sabe ― incluso la mayoría de nuestros psicoanalistas que están aquí ― todo el mundo sabe que el psicoanálisis da cierta importancia, en la... digamos, en el estatuto de las personas que vienen a demandar un psicoanálisis, da cierta importancia a la relación sexual.

 

Lo que se llama “sexualidad” por ejemplo, está puesto en el primer plano... ¿de qué? ¿De una teoría o de una práctica? Está muy claro que es en el nivel de la teoría, y la teoría... la teoría, es muy difícil de hacer.

 

La teoría... el término, mi dios, tiene sus orígenes... Hay un tal Aristóteles que hacía gran caso del mismo. Es a pesar de todo de él que nos viene esta noción intuitiva, ¿no es cierto?, esta manera de contemplar, para decirlo todo, para adelantar el término capital, de contemplar el... ¿qué? ― el mundo.

Es de ahí que nos viene todo un modo de pensar que en este caso se llama cosmología. El mundo es supuesto ser universo, está la esfera suprema, en fin, el motor inmóvil que engloba todo eso, y uno puede quizá llegar a igualarse a este todo eso contemplándolo…

Para tratar, a pesar de todo, de hacerme entender... porque yo más bien me hago entender, en general, a medias palabras... Es incluso por eso que mi público, en conjunto, no comprende allí nada, pero en fin, ellos vuelven, porque, esas medias palabras, es eso lo que los liga: ellos quisieran precisamente conocer la otra mitad. No hay ninguna otra manera de comunicar que a medias palabras, es por eso que no tengo más esperanzas de comunicar aquí, pero voy a tratar de no quedarme en el hablar a medias, puesto que..., en fin, lo que yo tengo es más bien que presentarme... En fin, ustedes verán al final, ¿no es cierto...?

 

Llegué por lo tanto a la teoría, a la cosmología, en fin, a la idea de que uno puede igualarse de alguna manera a lo que es, como se dice, ya inmediatamente ahí. Se ha dado un paso más, ¿no es cierto?

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No se ve para nada por qué, en fin, esta contemplación del mundo sería identificada de alguna manera a lo que es. Porque eso... eso puede ser una gran ilusión, esta contemplación.

No solamente puede serlo, sino indiscutiblemente, en fin... tenemos todas las pruebas de que esta idea de que nos las vemos con lo que es, es un delirio, un delirio sin duda común.

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En fin, eso constituye lo que se llama el buen sentido, que es in-discutiblemente la cosa del mundo más difundida ― como lo decía un filósofo, así, quien ha escrito en francés ― la cosa del mundo más difundida, es decir, hay que decirlo: la más tonta.

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Desde hace algún tiempo hemos hecho un pequeño esfuerzo para fundar una práctica del discurso que se sostenga. Llamamos a eso: la ciencia.

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Cada uno no tiene más que mirar, que hacer... que hacer un esfuerzo para mantenerse al corriente de la elucubración científica. Seguramente no es tonta.

No es tonta, pero eso ha desembocado en algunas cosas muy extrañas... muy extrañas y que no tienen absolutamente nada que ver con el buen sentido. A pesar de todo, el espacio-tiempo... en fin, lo que avanza el Sr. Einstein... de todos modos no es algo que cae bajo el sentido... quiero decir que todos ustedes, y yo también por supuesto, no podemos escapar de ningún modo a esa representación del espacio

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que, así fuese lo que Einstein dice y avanza probado y verdadero, no es evidentemente más que un abordaje del espacio totalmente imaginario...

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Entonces, ahí tienen un término, de este modo, propuesto, que es el término “imaginario”. Es un término clave para mi propio discurso.

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La primera vez que fui solicitado, del lado de la formación de los analistas, por cierta necesidad que se manifestaba de que algo se transmitiera, de esta formación, yo propuse estos tres términos: lo imaginario, lo simbólico y lo real.

Y después he dado a esta categorización algunos desarrollos, de esta manera hace veinte años que anticipé eso y que, hasta una época reciente, hice una vez por semana muy regularmente, durante el año llamado escolar, algunos..., una vez por semana yo adelantaba algunas proposiciones que no constituían un ciclo, que... que siempre han adelantado... Nunca retomé una sola vez un tema que durante un año yo había escogido. Evidentemente no puedo darles ahora una idea al respecto, pero es posible que a algunos ― e incluso, ¿por qué incluso la supondría? ― a algunos ha llegado a sus oídos que esta distinción de lo imaginario y de lo simbólico, es algo que yo pongo muy en primer plano en la función analítica.

Aprovecho esto para precisar bien que no hay ahí ningún maniqueísmo, si puedo expresarme así, a saber, que yo opondría lo imaginario a lo simbólico, a la manera del prejuicio ― lo que es bastante corriente respecto de mi enseñanza ― de personas que nunca han venido, y por otra parte incluso de aquellos que han venido, porque uno se esfuerza por machacar las cosas, explicarlas, hacer encima de eso un pisoteo de elefante: eso no cambia absolutamente nada, ¿no es cierto?, siempre es preciso que existan el bien y el mal...

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Entonces, presuntamente para mí el bien, sería lo simbólico, y cuando al contrario uno se refiere a algo que por otra parte es denunciado como imaginario, como acabo de hacerlo hace un momento, por ejemplo, a propósito del universo, cuando uno recurre a eso {ça}... eso {ça}... caca [sic]: no hay que hacerlo. Bajo pretexto, en otros términos, de que yo he insistido sobre esto, que no es una explicación admisible hablar como se hace corrientemente, en cierto psicoanálisis, de la función del yo {moi}... ― Dios sabe el lugar que eso tiene en cierto desarrollo del psicoanálisis ― quiero decir en alguna parte en los sitios por otra parte donde es porque uno se esfuerza en pensar un poco en lo que se hace que uno se expresa así: se habla del yo {moi}, del yo fuerte o del yo débil y... Es una función a la cual, en suma, se le da cuerpo.

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De ningún modo es decir que el yo no existe, denunciar su referencia como imaginaria.

El yo {moi}, todos nosotros creemos en él [ríe]3 férreamente, en fin, como lo decía una personita así, en un tiempo... no sé por qué he vuelto a pensar en ella esta noche... se llamaba Natasha: un día ella trataba de explicarme bien que, de cualquier manera que fuese designado, en el lenguaje común, no dejaba de ser absolutamente cierto que, como ella se expresó, yo soy yo.

 

Pero, ella tenía razón.

Ella expresaba ahí un sentimiento muy básico, a pesar de que, sin ningún tipo de duda, podamos considerarlo como totalmente ilusorio...

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Es totalmente ilusorio, pero es una ilusión que sostiene y que es, para hablar propiamente, irrompible.

Porque a fin de cuentas, lo imaginario... lo imaginario forma parte de lo real. Quiero decir que sin la referencia a lo imaginario, hay un montón de cosas que no funcionarían.

 

Por ejemplo, sería demostrable que al hacer aparecer en el campo que nosotros suponemos que es el campo visual de ciertos animales de corral, un recorte que tenga el aspecto de ser las alas desplegadas de un ave de presa, en fin, que eso sería suficiente para provocar el terror de dichos animales de corral: es muy cierto que es presumible ― no es para decidir antes de hacer la experiencia de esto ― que faltaría algo en las funciones de conservación de dichos bichitos.

Es interesante ver que lo imaginario, funciona, y que funciona en lo real. Eso no quiere decir entonces que uno no pueda referirse a él. La cuestión es más bien: ¿cómo es pensable que se salga de él?

Es decir que lo real no debe ser concebido enteramente como imaginario. Como se los he dicho, el buen sentido, en fin, queda siempre muy próximo de este imaginario fundamental que ciertamente los sostiene a ustedes en la posición sobre dos patas que es la que ustedes ocupan, como lo dice el mito de Edipo, ¿no es cierto?, el mito de la Esfinge, la situación erguida que les sirve durante la mayor parte de vuestra vida, en fin... no solamente uno se imagina, a propósito de esta posición, que es una posición completamente fundamental, sino que es justamente sobre eso que uno puede hacer reposar esto: que en el animal humano la identificación al otro en tanto que se sostiene erecto, da ― es ahí que está el deslizamiento ― da la metáfora fundamental: la de lo estable, lo que se sostiene erecto, stat,4 y sobre eso se conecta toda esta historia del yo {moi}.

Es interesante advertir que, a pesar de todo gracias a la etología animal,... que hay imágenes que son completamente determinantes para la subsistencia. Subsistencia, esto no es completamente lo mismo que estabilidad, ¿no es cierto? ― vean, es incluso un poco diferente...

...sistere es más bien estar sentado, y stare es estar de pie, y al fin de cuentas la mayor parte de los animales están más a menudo sentados que parados. Esto llega incluso hasta extenderse, puesto que ustedes tienen ahí el ejemplo, a la animalidad humana: ésta está más a menudo sobre su trasero que sobre sus dos patas... es la posición, en todo un campo de la etología, la posición más fundamental. Estar sentado, es aquella donde, por ejemplo, en fin, como espero que sea el caso para todos ustedes, se digiere.

 

Ustedes digieren vuestro desayuno y están sentados, es por eso que ustedes pueden dejarse llevar poco a poco al adormecimiento por mis palabras. Es decir, yo no he dicho nunca que lo imaginario, es muy malo, y que no hay que referirse nunca a él. Más bien formulé la cuestión de saber lo que no anda en la digestión, en fin, en las funciones de evacuación, y algunas otras funciones de esta especie que forman parte del mismo plato. Es claro que hay algunas cosas que no andan, y que, estas cosas que no andan, los psicoanalistas, captados por una especie de locura que toma su origen en su propia experiencia, quiero decir en el tiempo en el que ellos mismos hicieron un análisis pudieron darse cuenta de que hay algo que se puede hacer mover en los trastornos de la subsistencia.

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De todos modos es sorprendente que lo que se puede así hacer mover, se lo hace mover, cuando uno es analista, en un modo de experiencia que tiene por soporte únicamente la palabra.

Gracias a Dios, no es... ¡no es la palabra del analista! Eso sucede cada tanto, que él dé lo que se llama una interpretación: eso debe incluso ocurrir, si es que no hay ya en la experiencia... un modo de institución tal que él apenas tiene necesidad de hablar. Porque hay una cosa en todo caso segura, es que el otro ― el que yo llamo... que todo el mundo llama, en Francia, desde que yo empleé este término, el analizante ― el otro no es el analista.

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Uno se imagina que el analista analiza: es el que está en posición de demanda en el análisis el que es el elemento activo, el que merece ser llamado el analizante.

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Y bien, éste... es claro que en los casos afortunados, digamos, extrae del análisis un beneficio, a saber que los trastornos en su plato, en fin, digestivo o defecatorio ― pues lo que el análisis ha mostrado es que eso se reduce a algo así, al fin de cuentas, los famosos trastornos ― y bien, hay algo que se regulariza, que se ordena, en fin... él sale de ahí más o menos enderezado.

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¿Cómo es posible esto? Es ahí que está la cuestión: cómo un análisis, es decir una técnica que no procede más que con palabras, con el mínimo de intervención enseñante... Porque, por supuesto, la palabra, ya sabemos, así, para qué sirve: es la predicación, el lavado de cerebro. Un analista, no asesina a su analizante con principios morales, lo deja hablar; y que haya ahí, alrededor de eso solamente, algo que se opera... eso merece a pesar de todo que se reflexione al respecto.

 

Merece que se reflexione al respecto, tanto más cuanto que tenemos justamente la noción de que en otros campos ya se tiene una experiencia análoga: a saber, que hay personas que rumian ― se llama a eso pensar {penser}, sin duda a causa de su relación con la panza {panse} ― hay personas que rumian y que han llegado a decir algunas cosas que no permanecen en el nivel de la captura del simple buen sentido, que, en otros términos ― simplemente, en fin, es una referencia masiva a la ciencia ― ha ocurrido que se hicieran una idea... pero, en fin, esto es desde siempre... que se llegue a una idea muy diferente de lo que se puede llamar lo real.

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Una idea que está completamente escindida de esta captura imaginaria que encontramos que es la dimensión común a esta cosa que yo vacilo siempre en llamar el hombre ― hay muy buenas razones para esto, no es evidente, el hombre, no es evidente porque... a partir del momento en que uno ha partido de esta idea... que éstos no son más que unos yo {des moi}, es decir unas capturas imaginarias... es justamente dando importancia a lo imaginario, que se puede dudar que sea preciso mirar allí dos veces antes de hacer jugar allí aquello de lo que se trata en lo imaginario, antes de hacer jugar allí, justamente a ese nivel, ¿no es cierto?, la noción de... la noción de la forma.

 

Es cierto que, esta noción de la forma, es capital, es totalmente práctica, ¿no es cierto?, hay personas que se han divertido, así, haciendo experimentaciones respecto de lo que ustedes saben bien, es decir de la buena forma. Se percataron de que había una relación entre ciertas formas que se pueden llamar buenas, la de la burbuja por ejemplo, y el hecho de que en otro nivel, ¿no es cierto?, justamente en el nivel en que se habla, la esfera, eso parece algo... fundamental.

 

Se llamó a eso la Gestaltheorie. Se imaginó que eso daba razón de cierto número de fenómenos, en lo que es propio de la subsistencia de los cuerpos, justamente...

 

En otros términos, se trasmitió sobre el campo de algo muy diferente, en fin, de la experiencia, lo que había aparecido, en cierto nivel de pensamiento que se llama filosófico, lo que había aparecido en el tiempo y en el pensamiento de Platón, ¿no?

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En verdad, lo propio de los grandes pensadores es no dejarse llevar, así, por todas las evidencias.

El hombre en sí, si puedo decir... no es alrededor de eso que gira, en Platón, la teoría de la forma. Si lo miramos de cerca, para decir todo, él no era tan humanista. Es preciso verdaderamente estar loco para ser humanista.

Es decir, no percatarse de que justamente está esta falla, en fin... que la falla existe ya en el nivel de la teoría, pero no es evidente, ahí.

La dificultad por lo tanto comienza en esto, es que es difícil reducir todo lo que es del orden de lo que anda o de lo que no anda, en la subsistencia del hombre... reducirlo a relaciones imaginarias, y que la función de la contemplación está en la fuente de innumerables errores.

 

¿Cómo sabemos nosotros que son errores?

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Justamente, porque es desde otro lugar que los corregimos. Desde otro lugar, me parece que lo que acabo de decirles se los indica suficientemente, y desde una función cuyo menor examen manifiesta que es impensable, esta función, la que acabo de enunciar bajo el título de la palabra, que ella es impensable, si no hay ya, y distinto de lo que allí se mueve, algo que ustedes nunca, supongo, nunca vieron focalizarse sobre ese punto, aparte de aquellos, aquí, que tuvieron las orejas cosquilleadas por algo que se llama la lingüística. La lingüística muestra que a pesar de todo el lenguaje es algo... algo que está ahí mucho antes que toda construcción individual: nacemos cada uno en una era en la que domina la lengua. La lengua materna es... no somos nosotros quienes la hemos hecho. Ella está ahí.

. Es evidentemente algo que se ha producido... la lengua... para ninguna se puede decir que es eterna. Pero tenemos a pesar de todo una relación muy particular, y ésta es que... uno no tiene necesidad de ser un gran sabio para que, cuando uno habita una lengua ― para emplear el término que hay que emplear ― cuando uno habita una lengua... es legítimamente que alguien cuya función es pensar al respecto, reflexionar, elucubrar el objeto lingüístico, es legítimamente que se di-rige a ustedes como a una persona competente.

Eso, desde siempre... tomemos las personas que fueron los pioneros, aquellos que abrieron los caminos de la lingüística, en fin, llamémoslos los gramáticos, y también las personas que hablan del buen uso, en fin, todos... de cualquiera que se trate... sea que se trate de Vaugelas, de Ménage o de Boileau... en fin, cuando hay que determinar cómo hay que entender cierto modo de expresarse, o inversamente, cuando se quiere expresar de algo cómo hay que decirlo, y bien, ellos van a preguntarle, como se expresaba uno de ellos, al carretero... [palabra perdida]5

Cuando se está en la lengua, hay algo sorprendente, en fin, es que cualquiera tiene la competencia ― es así como los lingüistas la distinguen, la llaman.

Eso es una cosa que hay que tener en cuenta en cuanto al estatuto del asunto, porque es con eso, la lengua, que se produce toda esta agitación, gracias a la cual la dominación de la imagen no es completamente prevalente, gracias a la cual se puede considerar otro modo de acceso, de acceso a lo real ― lo que nosotros mismos buscamos, ¿no es cierto?, cuando estudiamos el funcionamiento, el comportamiento, como uno se expresa, en el animal: partimos precisamente de la idea de que éste está cautivo de las imágenes, que es incluso así que eso debe producirse para funcionar... pongamos en unas situaciones postuladas a partir de esta idea de imaginario.

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Todo está ahí, justamente: que nosotros podamos calcularlo, significa que tenemos otro fundamento para... no para apreciar nuestro comportamiento..., pues había gente que, bajo el nombre de behavioristas, querían extender eso a los seres humanos también: puesto que es a pesar de todo bastante impactante que para extenderlo, es preciso que haya toda esta cogitación fundamental, aquella que justamente comenzó a calificar lo imaginario de imaginario, y la imagen como funcionante.

... Entonces, hago simplemente esta observación, que era de todos modos difícil pensar ― vean: me quedo en esto esta mañana ― pensar algo como lo que llamamos el inconsciente, el inconsciente que está hecho de pensamientos, pues, en fin, lo que Freud dice es exactamente eso, ¿no es cierto?, a saber que incluso cuando no sabemos quién piensa, en alguna parte eso piensa, ¿eh?, incluso cuando estamos dormidos y soñamos; incluso somos capaces de formularnos la pregunta de saber: ¿acaso soñamos?, uno puede preguntarse eso en sueños... sí...

... pero en las capas mismas del sueño, a saber en toda esta ela-boración...

en fin, cuando tenemos ese desecho increíble como fue considerado desde siempre el sueño, hay sobre eso una articulación: no es solamente lo que llamaré vaguedad, espejismo, alucinación para emplear el término: el nervio del descubrimiento de Freud, es justamente eso que quiere decir eso: no es porque, cada tanto, se preste al respecto a deslizamiento, que él homogeneice el sueño con la alucinación... Lo que él quiere decir es, no que el sueño es como una alucinación, sino que la alucinación justamente es como un sueño, y a lo que eso se refiere es a que el sueño es algo plenamente articulado, que el sueño está hecho como una frase ― la frase de una demanda, de un Wunsch, pero de un Wunsch que se descompone, que está articulado, que se traduce, que se trata como una lengua, que se trata en la lengua, y que, por razones que son razones de experiencia, es lo que yo he formulado al decir que el inconsciente está estructurado como un lenguaje. He sido prudente.

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Es absolutamente inconcebible que esto no sea puesto en primer plano, porque eso está a la vista, en fin.

Pienso... supongo, a pesar de todo, que quizá hay que esperar que dos o tres personas aquí han abierto Freud de vez en cuando ― en fin, naturalmente, nadie lo lee, por supuesto... no se lo lee, es verdad, si se lo leyera...

La interpretación de los sueños es el parloteo alrededor de este relato... es lo que se llama la asociación libre, es decir: diga boludeces a más no poder sobre su sueño, ¿no es cierto?, y después...

... ¿saben ustedes qué quiere decir “decir boludeces” {«décon-ner»}? ― quizá no es corriente en Italia

en fin, diga todas las tonterías que quiera y de eso va a resultar algo. Nos quedamos en eso, no se sale de eso, uno está de cabo a rabo en el lenguaje, a propósito de cualquier cosa que sea del orden del inconsciente, a propósito de un lapsus, de toda especie, en fin, de cualquier pifiada de la vida cotidiana: es en la dimensión del lenguaje que eso se expresa.

Ustedes sacan su propia llave del bolsillo en el momento en que llegan al consultorio de vuestro psicoanalista: es un lapsus bien conocido. Digamos, eso se traduce... eso se traduce por: “estoy en mi casa”. Entonces, decir que Freud, en fin, ha enunciado otra cosa sino esto... es que eso habla, eso habla en principio antes que cualquier otra cosa hasta y comprendido... antes incluso que eso se sostenga en pie, ¿no es cierto?, puesto que justamente, cuando se sueña, no se está ni de pie, ni acostado, ni sentado... se sueña y se habla: eso habla...

Les pido perdón, en fin, porque ustedes... a pesar de todo, dado que yo supongo que tengo aquí como oyentes...

Hago observar solamente lo que es evidentemente el comienzo, en fin, la irrupción, la observación, la observación que cambia todo, en esta relación con el lenguaje, porque a partir del momento, así, en que uno se percata de que eso anda solito, que de ningún modo se tiene necesidad de ser allí actor para que eso funcione, eso cambia muchas cosas... eso cambia incluso muchísimas cosas ― eso cambia todo.

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No quiero entregarme, en fin, a una excursión, porque habría demasiada gente que se chuparía los dedos de gusto.

 

Es cierto que... no es loco decir que eso tiene algunas relaciones con el descubrimiento marxista.

La menor sospecha... de que Marx... por razones así, razones de apego sexual, en fin, quiero decir que todos saben que él estaba loco por su dama Marx... habría encontrado todo lo que Freud adelantó más tarde a vomitar... Pero en fin, hubo justamente ese despegue, ese despegue de que el lenguaje es eso lo que funciona al comienzo, y Dios sabe de dónde viene eso, es el caso decirlo. Es algo que en modo alguno carece de analogía con el hecho de que Marx parte de ese famoso valor, ese valor de cambio, gracias al cual hace aparecer un montón de cosas, en fin, y entre éstas la plusvalía.

Es por ese lado que es preciso ver que hay también, ahí, un clivaje, porque todo gira alrededor del valor de cambio, y el valor de uso no está ahí sino para que se pueda hablar del valor de cambio...

... en fin, porque el valor de uso... ah... es muy conveniente...

... valor de uso, como se llama a eso: ¿sirve para qué?

Toda la cuestión está ahí, justamente, es que lo que se designa como valor de uso es...

... eso sería precisamente la cosa capital, a saber algo de lo que no se usa como de un medio, sino de lo que se goza.

Y bien, entonces, si he hecho esta breve, así, lateralización, es a pesar de todo para decirles que el descubrimiento de Freud es que la palabra... es que la palabra no es algo que sirve para algo ― para comunicar, por ejemplo, como uno podría imaginárselo por la institución analítica.

Lo que ustedes comunican a un analizante, eso tiene mucho interés para él, es muy cierto...

... pero en fin no es un interés para que uno mismo sucumba en una captura...

Es preciso retroceder un poco para que eso sea interesante: lo que Freud descubrió es que en el menor acto de palabra está implicado un goce.

Por supuesto, eso se ve mejor en un sueño, porque la palabra, es ahí que funciona ― como se los he hecho observar recién ― totalmente sola... Eso se ve mejor en cualquier cosa donde ella funcione totalmente sola.

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Pero en la palabra la más corriente ― quiero decir la que parece estar ahí para comunicar, como se dice, algo ― el goce está presente

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Es incluso por eso que casi no hay discurso que no se pueda someter [...] por una distancia que lo interprete en función ¿de qué? del goce.

 

Es eso, aquello de lo que se trata en el análisis.

 

Es ahí, que incide la intervención del analista.

 

En tanto que lo que se goza, ahí al alcance de su oreja, en tanto que lo que se goza no pasa, así, por un corto momento, a un alcance tal que pueda hacer de manera que se percate de eso el que está ahí para sudar, para trabajar, para trabajar el sujeto que es él mismo ― en tanto que, esta acción de palabra, en tanto que no hay esa pequeña apertura que permite hacer que nos percatemos, hacer percatar al otro, al analizante, lo que se goza en su palabra ― lo mejor es quedarse tranquilo.

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Y es por eso que la mayor parte de los analistas tienen en suma esta linda buena regla de conducta: que la mayor parte del tiempo cierran la boca. .

Sería preciso que esto fuera por una buena razón, ¿no es cierto?, pero en general ellos se las dan malas porque... porque el analista, en fin, el analista vale lo que vale: es decir no mucho más que cualquiera, ¿no es cierto?, excepto, que él se ha sometido a esta experiencia y que quizá le ha quedado algo de la misma.

Ese es el punto capital.

Entonces, cualquiera sabe ― por supuesto nadie de ustedes sabe, salvo tres o cuatro personas aquí que han leído a Freud ― cualquiera sabe que ― cualquiera sabe si se había abierto Freud ― que lo que es avanzado por Freud y que es mucho más nuevo... es que lo que llamaré el efecto del lenguaje en tanto que es eso el inconsciente, eso habla en otro lugar que ahí donde eso se bosqueja confusamente.

Cualquiera sabe que el otro franqueamiento de lo que ha aportado Freud, es lo que se llama ― esto, cuestión de dar algunas palabras-clave, porque no se puede explicar todo ― es lo que se llama las pulsiones parciales.

¿Qué quiere decir el término “pulsiones parciales”? Esto no es un instinto, jamás es un instinto, como se lo ha traducido. Tampoco es lo que se llama, con más o menos justificación, algo que sea del orden de la tendencia. Es una deriva: Trieb.

 

Eso quiere decir al menos esto: que para un cierto número de goces ― el de comer, de cagar, de beber, o de parlotear, justamente ― eso ― ¡dije cuatro de ellos, eh! cuéntenlos, no hay necesidad de repetir ― eso es derivado, es modificado, es tomado como sustituto, para decir el término, para otro goce, que es justamente el goce sexual.

Si hay un descubrimiento, un paso clave en lo que ha aportado Freud, es eso.

Hay para agregar esto ― puesto que acabo de darles cuatro, de estas pulsiones parciales ― hay para agregar esto, que hay otra, que transcurre en las fronteras de aquello por lo cual el goce es algo que concierne al cuerpo y sus confines. Eso se llama: el dolor.

 

Gozar de un cuerpo como tal, es algo que es, parece, la propiedad del ser hablante... él goza {jouit}... digamos: juega {joue} ― porque no veo por qué no usaría yo los equívocos que son lo precioso de mi lengua. Ustedes encontrarán seguramente su equivalente, pero en otros puntos, en el italiano que es la vuestra.

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Esta manera de... que juega {joue} entre lo jugado {joué} y lo gozado {joui}, entre los cuerpos, es algo también que viene a sustituirse, a proveer el paralelo, el equivalente, de la práctica de lo que se llama en el mismo ser... en el ser hablante, el goce sexual.

Entonces, es así, en fin, que es introducida la cuestión de la referencia.

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La referencia es calificada de referencia a la relación sexual.

Es matador, ¿eh?, contarles eso así, en tan poco tiempo, pero en fin quiero tratar de franquear, de cortar, de tallar, para... mostrarles a dónde se apunta con esto

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La referencia, es todo un mundo, ustedes comprenden: porque la referencia, eso no quiere decir la significación.

... Referencia, es el término que se emplea a propósito de aquello a lo cual no he hecho siquiera la menor referencia, es el caso decirlo, a lo que se llama, a lo que se distingue en lingüística bajo el término de significante.

El significante, eso tiene efectos, eso se llama el significado.

Es para eso que sirve aparentemente: para significar.

Pero no es eso, justamente: el significado es del orden de lo que hemos llamado, en la palabra, la dimensión del gozar.

 

Y, para que eso sirva para algo, es preciso que haya en alguna parte algo a lo cual eso se refiera.

Aquello por lo cual el lenguaje, como se dice, no connota solamente, sino denota, para designar algo... algo real, piedra con la que me golpeo

¿Acaso, a nivel del goce, del goce sexual, la referencia es aquello para lo cual eso sirve, dicho goce, es decir, justamente, para la relación sexual?

 

¿Qué es lo que yo designo por relación sexual?

 

¿Qué lo que Freud designa por relación sexual?

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Porque, después de todo, si uno se toma un poco de trabajo para leerlo... evidentemente hay que tomarse un poco de trabajo para percatarse de que él dice ya todo lo que yo digo, eso no era difícil... porque partía de la misma experiencia.

Entonces, ¿qué quiere decir el término “relación sexual”, ahí donde yo lo propongo?

 

Bueno, está ante todo el empleo común, corriente: cuando ustedes cojen, llaman a eso, en general, una relación sexual

Pero, eso es justamente zanjar la cuestión: no está claro que lo que se llama corrientemente relación sexual, quiera decir que eso sea en nada de nada sexual.

Si la palabra es goce ― es goce que tiene cierta relación con el goce sexual ― hay algo que por el contrario nos muestra muy bien la experiencia analítica: es que el goce sexual, es raro que eso establezca una relación.

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No habría tanta gente que viniera a vernos para hablarnos muy precisamente de esa relación que justamente no existe.

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En el nivel... en el nivel de las altas aspiraciones del corazón, en el nivel de lo que se parlotea, en el nivel justamente de lo que surge como exigencia de un acuerdo al cual no contravendría la palabra, si hay algo que no está claro, que la experiencia analítica revela, es que ― como quiera que sea esto en los animales que son, pretendidamente, pretendidamente, pretendidamente... son historias, en fin, de las que incluso no se puede saber de cuál lóbulo del cerebro del biólogo ha podido surgir esa idea de tropismo... una nostalgia... ― que con la patrona eso ocurre así, que no es el tropismo lo que la dirige, ni a ella ni a él.

Entonces, para el animal, eso debe andar sin problemas.

En efecto, eso parece que anda... los salmones remontan muy muy arriba en los ríos, y todo eso para hacer el amor, ¿no es cierto? Es cautivante, ¿eh?

 

Qué estaría bien si fuera así en los hombres.

 

El tropismo, no es evidente. Yo diría incluso más: lo que yo propongo, es que el ser hablante se [...] fuerte de la experiencia analítica.

 

El ser hablante se distingue... se distingue por esto: es que hay algo que es lo que más se sustrae, es esa relación que habría en alguna parte, existente, fundamental, y que sería nombrable, y que definiría la relación sexual.

 

¿Qué es lo que el análisis nos muestra, en fin, qué es lo que constituye su texto, qué es lo que constituye sus discusiones, los problemas, en fin el... aquello sobre lo cual se extienden los analistas cuando tiene algo para decir... lo que es raro

 

Es que, justamente, si hay relación, es de este orden ambiguo que puede producir ― no digo más al respecto por hoy ― que puede producir, digamos, todos los errores.

 

A saber, que incluso ahí donde él es macho ― adelantemos los términos, en fin, tales como son los términos que convienen ― aquél que, más o menos precisamente puede designarse, cromosómicamente, en fin, como un macho, es justamente en su función de macho que se identifica más al sujeto.

 

Yo digo sujeto, aquí, porque es en tanto que el sujeto se determina por el hecho del lenguaje, que él se identifica al sujeto que... desde la vertiente opuesta e inversamente, qué es... de dónde ha partido toda la experiencia analítica sino... sino de esa histérica de la que he dicho, lo más freudianamente del mundo, que ella hace el hombre...

 

Esta suerte de ambigüedad ― que está en la base misma de esas posiciones que se definen así, masivamente, groseramente como, en la humanidad, constituyendo las dos partes, los dos partenaires ― esa ambigüedad que es, justamente, aquello sobre lo cual juega toda la experiencia analítica, no permite escribir su relación {rapport} de una manera que satisfaga lo que es propio del término relación {rapport}, del término relación {relation}, por poco que esté elaborado.

 

Elaborado hasta cierto nivel de lógica, la que especifica, como distintos, como dos, los términos entre los cuales se sitúa la relación.

 

Es cierto que aquí, ustedes lo sienten, pienso, avanzo en el nivel... en el hilo... en el recto hilo de lo que puede elaborarse de un uso científico del lenguaje. El uso científico del lenguaje reposa sobre esto: que sus efectos son proseguidos hasta el extremo en el que, para hablar con propiedad, se trata de algo que, sin el lenguaje, no estaría en ninguna parte en el mundo, a saber: el escrito.

Lo que no se escribe matemáticamente, esto puede siempre, en cuanto al status propio de lo que es del orden de lo que se expresa en el lenguaje, ser puesto en suspenso.

 

Que nada en el nivel de un ser que es sujeto ― es decir consecuencia de su habitación en el lenguaje ― que nada pueda asegurarse por el escrito... por un escrito tal que defina y distinga la relación: he ahí lo que yo propongo como, no hipótesis, sino consecuencia, sino curso, sino línea en la cual somos conducidos por la experiencia misma.

 

No hay relación inscribible que pueda formularse, instituirse por el hecho de todo lo que puede decirse en el nivel de este ser, del que ustedes ven que no es sin motivo que vacilando para llamarlo el hombre, yo no lo sitúo más que en esta relación ― ésta segura y cierta relación de goce que tiene respecto del lenguaje.

 

Todo su goce está literalmente comandado por esto.

 

Este ser, este ser hablante, es en tanto que hay esa cosa que sólo el lenguaje permite, y que se llama la demanda, con toda la ambigüedad que resulta de ella en cuanto que he creído también poder distinguirla del deseo.

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Que todo en él sea modificado, torcido, por esta habitación en el lenguaje, y que se pueda llegar hasta decir que de todo lo que se dice, nada, parece, al menos hasta el presente, puede situarse por un escrito... algo por donde este acto de palabra, que es también acto de goce, desembocaría en un real donde se aprehendería lo que es propio radicalmente de la relación entre un polo y el otro de lo que seguramente, en él como en todo animal, se sitúa biológicamente.

 

Ahí está... ahí está, parece, en el estado actual de nuestro discurso, del discurso analítico, lo que resulta, y también explica que, de lo que es goce, todo en el ser hablante esté desviado.

 

Desviado en el sentido de que todas esas variedades de goces, las que se centran tan bien sobre el goce sexual, esto es justamente en tanto que el goce sexual está de alguna manera desprendido de la relación: y esto es precisamente lo que muestra toda la experiencia analítica... En ninguna parte antes, se elevó, en un enunciado de discurso, la referencia al falo, si no es en lugares que se distinguían por el misterio, si no es más que a nivel de la religión que antes del discurso analítico pudo producirse lo que distingue el goce sexual de la relación que éste comanda.

 

Es ahí... es ahí donde se sitúa el nervio por donde puede concebirse algo. ¿De qué?

 

¿Acaso hay ahí, en fin, si puedo decir, una nueva ontología? una de esas pequeñas historias, en fin, como aquella con la que nos regala un poco la tradición religiosa: a saber... una vez más encontramos al hombre, ahí, en el punto... en el punto clave, en el punto de iluminación...

 

Cuando se hagan cursos de filosofía... se resumirá mi enseñanza, se dirá: “Lo que Lacan enuncia es esto, ¿no es cierto?, él dice esto, es que... es que en la escala... la escala animal ― esa famosa escala evolutiva, ustedes saben, que va siempre perfeccionándose, la que nos promete a continuación el superman..: una linda boludez, eso, sí, bue-no... ― ahí, ha ocurrido esta cosa, que, ¡crac!, ¡eh!: ¡no hay más relación sexual!”.

 

Lo que quiere decir lo mismo ― porque naturalmente los filó-sofos no son idiotas ― lo que quiere decir lo mismo que el origen del lenguaje.

 

¡Un ser hablante no tiene relación sexual!

 

Les digo cómo se enunciará el truco teórico, en fin, que yo habría, supuestamente, avanzado.

 

Es muy cómico, porque ahí se volverá a encontrar la totalidad del mundo.

 

Se penetra en lo real ¿por qué sesgo, por qué sesgo, por cuál abertura? y luego, es cierto que... debí decir de tanto en tanto dos o tres cosas que permiten cometer algunos errores de interpretación, ¿no es cierto?... que harían creer, que... que creo en ello, en fin, que de pronto creo...

[…]

 

[...]

[El discurso se interrumpe por el cambio de cinta]

 

Si hay en alguna parte algo que permite, en la constitución misma del lenguaje, en la vanguardia de las matemáticas y de la física matematizada, tener un acceso a lo real ― si puedo decir entre comillas, ¿no es cierto?, no se imaginen ahí que es mi vocabulario: “al verdadero real” ― es a causa de este bendito lenguaje. El bendito lenguaje, eso aguanta, ¿eh?

 

Porque hay seres que, cuando cojen, no saben lo que hacen.

 

Ustedes ven, es la primera vez que el término saber aparece.

 

Se explicará eso así, en los libros de filosofía, y naturalmente será tan extravagante, en fin, como no sé qué, como los trucos de Ta-les o de Anaxímenes.

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Pero, hay a pesar de todo algo que es distinto, que existe, que es el discurso analítico.

 

El discurso analítico, no es una teoría.

 

Es por eso que lo que acabo de exponerles, aquí, no es una concepción del mundo.

Lo que acabo de exponerles, es lo que resulta de cierta práctica.

 

Cuando yo digo que no hay relación sexual, eso se refiere a pesar de todo a esto: que ustedes sepan, en fin, que en el análisis no hay trabajos prácticos, en el plano de las relaciones sexuales al menos...

 

A pesar de todo es bastante sorprendente que desde el tiempo que hace que los analistas hablan de la sexualidad, no haya surgido, en fin, la más pequeña perversión nueva, por ejemplo... Eso habría podido ser divertido, ¿eh? inventar una, que sería de la cosecha de los analistas... o de los analizantes.

 

Tampoco hay el menor progreso en cuanto al saber hacer. De todos modos hubo antaño algunas cosas que surgieron, [...] en unos libros en los que nadie comprende nada, en el género del Kama Sutra, u otros libros, o la tradición de los Tantras tibetanos...

 

Parece precisamente que ahí se tratase de cosas donde se trataba de una vía, de un saber, de una manera de agarrarse a eso.

 

Es muy curioso, ¿eh? que todo lo que era saber en el pasado, contrariamente al nuestro, haya sido siempre del orden del secreto...

 

He ahí cómo era el saber hasta... el único saber, por otra parte, que debe ser probablemente, verdaderamente un saber.

 

Porque nuestras elucubraciones matemáticas sobre el asunto de... en fin, de todo lo que ustedes quieran... del espacio-tiempo del que recién, de la teoría de los contactos, y de algunos otros, de los positrones, mesones, neutrones...

 

es un poco raro, cuando lo consideramos atentamente, hasta qué punto... hasta qué punto es inmanejable, hasta qué punto, justamente, la operación lenguajera, ahí, estalla: ya no se presta de ningún modo a las subsistencias del ser.

 

Se trata de algo que se instituye por una experiencia... por una experiencia que... que quizá va a desparecer, o a extinguirse, pero yo no lo creo.

 

Hay una vía, ahí, hay una vía, una vía por donde, para hablar con propiedad, ciertas verdades van a aparecer, verdades que son evidentemente, como toda verdad, de naturaleza más bien decepcionante.  

No es vano que este lazo, ese lazo del inconsciente, es decir del reino del lenguaje, vaya, en sus consecuencias, en sus consecuencias científicas, más lejos de lo que podamos esperarlo.

 

Eso no nos promete mucho más, en fin... que lo que desde siempre ha servido de espejismo a las elucubraciones habladas ― es decir la sabiduría.

 

Pero yo creo importante... yo creo importante... porque, justamente, hay una correlación del estilo... del estilo de lo que resulta... de nuestra zambullida, de nuestra inmersión, en lo que se llama una civilización ― hay una correlación entre la época, llamémosla capitalista, y la extensión de este discurso analítico. Y el progreso que resulta de eso es ciertamente de otro orden que el del conocimiento: es el de lo que yo llamaría el rigor lógico.

 

Veremos, ¿no es cierto?, a los analistas multiplicarse. Después de todo, no es peor, en fin, esta ruptura que va a producirse por relación a lo que se puede llamar la vieja tradición de los detentadores de secreto, de los detentadores de saber, de aquéllos que están junto a los príncipes con una triaca, con algo que aparta las palabras, en fin, de las únicas personas que valga la pena que se los cuide, es decir: los príncipes.

Algo distinto, cierto número de apreciaciones sobre lo que es propio del goce ― porque no es la relación sexual, el goce sexual... es algo diferente... Hay una cosa, a pesar de todo, que todavía no se ha apreciado bien, es... es lo que es propio del goce de la mujer, con todo lo que comporta de repercusión, muy precisamente en su relación con el conjunto del discurso social.

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Es con esto que quiero terminar hoy, simplemente porque es preciso que esto termine... No tengo ni idea de la hora que es. Les pido perdón si los he retenido demasiado tiempo