Este documento fue publicado en la Revista Argentina de Psicología (pág. 137-141). No se especifica en qué lengua fue pronunciada.
Lacan comienza:
¿Se oye bien? Me sorprendió
que me pidieran varias veces que viniera a Londres, no tenía
idea de cuantos seríais, no esperaba encontrar una asamblea
tan numerosa.
Sé que aún se me ignora.
Podemos tomar a Erich Fromm como un nombre dentro del
psicoanálisis, que no me menciona. Ya en 1953 en París se
da la primera escisión del Instituto Psicoanalítico,
contemporánea a su formación; yo he creído mi deber tomar
partido por cierto número de personas, de ahí derivaron
todo tipo de consecuencias cuya historia no tiene ningún
interés. El psicoanálisis francés se habría beneficiado
si hubiera seguido siendo, un solo psicoanálisis…
habría tenido también la ventaja de recibir mis
enseñanzas. El libro de Erich Fromm «La crisis del
psicoanálisis» –él considera que hay menos gente que
se hace analizar en Norteamérica – me ha
sorprendido, no me menciona. Para él sigo siendo un
desconocido.
Yo insisto en comentar cómo
siento que son las cosas. ¿Por qué se siguen mis cursos en
París? Porque aportan. Porque aportan algo que es del orden
del signo. El psicoanálisis aparece en el mundo en el
momento de introducción de una palabra como ésa (signo).
Quiero decir que no es un concepto del mundo sino algo que
relativiza la noción que podemos tener de lo que es un
mundo. Es una noción totalmente –para introducir un
término que suelo usar, «un pivote»– es una
noción imaginaria. Uno se imagina que hay un mundo y esto es
algo que hay que revisar, quiero decir, que hay que retomar,
porque esto es lo que nos enseña la historia.
El mundo, por ejemplo, de un
Aristóteles es un mundo totalmente impensable por nosotros,
simplemente porque es un mundo esférico fundado sobre algo
que se llamaba la armonía de las esferas, un mundo que se
suponía dominado, ordenado por una sabiduría divina. Y
bastó la llegada de un Galileo y de un Newton para
subvertirlo radicalmente. Es decir, esas esferas son una pura
ilusión, algo imaginario. En esa época esto trajo cierto
vértigo. Entre ustedes, algunos sabrán que en ese famoso
silencio de los espacios infinitos, la palabra «infinito»,
de Pascal, es lo importante.
La cosa fue más difícil
cuando vino Newton y advirtió que eso que parecía existir
sin girar, giraba porque se da el caer: cada una de las
formas de ese extraño girar caían en relación con el sol y
se ponían en su lugar. A Newton se le planteaba una
pregunta: ¿Cómo conocen las masas aquello a lo que
responden con movimiento, eso que a la masa le es
inversamente proporcional al cuadrado de la
distancia? ¿Cómo saben que hay otra masa, y para que
exista esto, la caída…? Sí, se pensaba en este
problema, que implicaba todo tipo de consecuencias. La
primera era, porqué no se había encontrado antes el truco
que permitía avanzar en esto que era difícil seguir
considerando como un mundo. Porque me parece que se está
evocando otra dimensión, la de lo real. Si se considera que
por tanto tiempo uno se había contentado con tener un mundo,
eso ya no se da. Hay un nuevo sentido, lo real, pero esa
noción, esa función de lo real, justamente eso tiene
sentido para nosotros. Es difícil no tratar de cerrar ese
sentido. Es difícil no darse cuenta de que tiene mucho más
sentido que el realismo. El realismo se sitúa en lo que no
está sometido al sentido. (Lacan suspira). Ah,
evidentemente, hay que dejar a lo que se llama las almas,
tiempo de reencontrarse… Pero es muy importante darse
cuenta de esta conexión que es también una antinomia, que
polariza la función de lo real con la del sentido. Hay que
preguntarse cuál es la relación que hace que ese real sea
extraído del sentido.
Suelo citar nombres. Richard
Ogden, «El significado del significado». Un libro de
inspiración neo-positivista, donde resaltan cosas que no son
indiferentes; pero lo que despista más en lo que pone en
cuestión en este libro, es por el sentido, cuando él se
interroga sobre el sentido del sentido, la dimensión de la
belleza. Pero el neo-positivismo no está seguro de
interrogar a los símbolos, es decir, al orden de las
palabras.
Es difícil no tomar en cuenta
las palabras. Porque, desde que se las encara, desde que se
las interroga lingüísticamente, uno advierte que se puede
hacer decir a cualquier palabra cualquier sentido.
Puedo mostraros que en mi
lengua cualquier palabra, no importa cuán fijada por el uso,
puede servir para expresar cualquier significado. Basta para
evocar la dimensión de la homología, si aparece la
necesidad de decir algo por vía de la homología, de hacer
funcionar el lenguaje en «homoiase». ¿Y no es ésta acaso
la única forma de hacerlo funcionar? Comienza por la
metáfora, pasa a la analogía, se remonta a lo que se
quiera, se termina por el trazado de lo que es fundamental e
interior a no importa qué figura, se termina en el uso de
letritas. Por esas letritas Galileo, empezó escribir «la
velocidad es igualmente proporcional a…», en otros
términos, a anotar lo que se llama una proporción, una
proporción matemática que tardó mucho en elaborar. Claro,
él fuerza la dimensión de lo real. Esto no es nuevo.
Aristóteles procede de la misma manera cuando anota los tres
elementos del silogismo. Por medio de una letra registra una
función, hace los primeros pasos de una lógica (curioso que
se hayan necesitado veinte siglos para salir de ella). Un
discurso permite engendrar esta dimensión de lo real.
Todo esto puede pareceros un
poco alejado de lo que se supone que tengo para deciros. Pero
me parece necesario decirlo para decir que no es por
casualidad que el psicoanálisis apareció bastante después
de la instalación de este discurso científico. El
psicoanálisis no deja de tener relación con el discurso
científico. Es de la misma naturaleza que éste.
Freud creía que la historia
del psicoanálisis culminaría con el conocimiento de las
hormonas, de las enzimas, de sustancias que en realidad no
tienen nada de sustanciales. Están compuestas por átomos y
ahora se piensa que su función es operar como mensajes, que
una célula tiene un núcleo, un entretejido cromosómico, se
llega a concebir los genes.
Freud pensaba que algún día
se sabría más. Pero ¿cómo diablos sucede que el
psicoanálisis, que es una práctica, opera?
¿Cómo es que una cierta
práctica opera? (Lacan vuelve a suspirar). Es cierto que
cuando Freud se refiere a esta etapa futura…
futura… que no llegará porque hay límites a lo que se
puede conocer… se tendrá una noción retroactiva de
cómo opera el psicoanálisis. Es osado, y me parece que todo
el tiempo se trataba de justificar, si el psicoanálisis
tiene efectos, y sin duda los tiene, hay que contentarse con
esta referencia a un futuro que como futuro tiene la
propiedad de no estar ahí.
Vale la pena reducir lo que se
presenta en el límite, para Freud, a un acto de fe.
Me parece que vale la pena
hacer figurar a aquel de quien se trata Me congratulo de que
la lengua inglesa permita una designación mejor que otras
lenguas. Los analistas designan al paciente por el término
«analizando »… Es totalmente excepcional en la lengua
inglesa que se use el gerundio. El que va a ser analizado, el
que va a ser analizado, uno se pregunta, ¿es que él hace el
análisis? Hace el análisis porque es paciente, porque sufre
de algo que no comprende. Por eso el analista está ahí para
meter su granito de arena. Su granito de arena, que se
denomina (mal) la interpretación.
Yo soy tan tonto como los
demás, como todos los analistas, que son bastante tontos.
Freud tarda bastante en hacerse un camino, de lo único que
se da cuenta es de que está rodeando algo, yendo alrededor.
Basta con leer «La
interpretación de los sueños» (la Traumdeutung), la
«Psicopatología de la vida cotidiana» y sobre todo
«El chiste y su relación con el inconsciente» para ver a
qué lo conduce de entrada la práctica analítica. Basta con
leer esos tres libros para darse cuenta que se trata de
palabras (que sa <sic> joue sur les mots 4),
que «La interpretación de los sueños» es algo que juega
con el equívoco, lo que quiere decir que una palabra puede
servir para decir lo que sea, no hay ni un sueño, ni un
olvido, que no sea juego de palabras. Recordemos que en
francés se trata de mot D’esprit5.
Si lo reducimos a términos económicos, el carácter
fulminante, como un rayo, que tiene la conducción de las
palabras, es ante esto que hay que detenerse para que la
palabra provoque su efecto. La economía de la que se trata
es una economía de las palabras.
Esto me ha llevado a hablar de
una vuelta a Freud, de centrar la cuestión en lo que él
mismo ha descubierto, la existencia del inconsciente. El
inconsciente no tiene nada que ver con el funcionamiento del
cuerpo. Eso da que no sabemos qué pasa en nuestro estómago
cuando digerimos. Freud nunca hizo esa identificación. El
reservó el término para los sueños, los lapsus, los actos
fallidos –esto se interpreta mediante una serie de
palabras. Yo digo palabras pero pueden ser frases enteras,
que hacen la unidad de lo simbólico.
Lo simbólico es el uso de la
lengua (Lacan deletrea lengua en francés). Yo distingo entre
lengua y lenguaje.
Me doy cuenta de que todo esto
me ocupa desde hace bastante tiempo. Es difícil dar una idea
de un trabajo, de especulaciones … Es simplemente que
esto me llevó a mí también a algunas notaciones de tipo
literal, y he creído poder describirlo mediante algo cuya
referencia es esencialmente del orden de lo simbólico, y he
creído poder distinguir distintas especies de discurso.
Hablo desde hace veinte años.
¡Es mucho! Y me repito. Yo no doy cada año el mismo
programa, eso quiere decir que yo no me repito. Y no me
repito pero digo siempre lo mismo. No es lo mismo repetir y
decir la misma cosa. Decir la misma cosa se mide como la
diferencia entre hablar y parlotear (parler et bavarder).
¿Cómo se dice en inglés, «bavarder»? (el público
comenta, alguien dice fuerte chatter ). Pero en
francés se dice « la bave 6».
Bien se ve cómo la gente
encuentra la forma de designar una cosa por algo que se
relaciona con una metáfora: «la bave» (la baba). (El
público comenta que en inglés sucede algo parecido, se dice
bladder 7: vaciar la vejiga).
Estas son las únicas cosas
que me interesan. Esto no quiere decir que lo que dije antes
no tiene ninguna relación con la cuestión, pero a partir de
un cierto número de prejuicios, de cosas que uno creía
naturales…
Mientras me preparaba para mi
conferencia –puedo deciros que preparo mis conferencias
y que querría terminar por que lo único que me interesa son
vuestras preguntas, no quiero daros veinte años de
seminario – cuando preparaba mi conferencia en
estos días he leído «Rosencrantz y Guilderstein» de Tom
Stoppard 8 (a quien conocí y que me prometió venir, quizás
esté aquí entre ustedes). Es uno de los textos más
lacanianos que he visto, hasta me ha afectado, hasta me
enfermó un poco (Lacan está ronco). Porque me di cuenta de
que en una historia, loca como un discurso psicoanalítico,
os hace entrar en otro mundo. (Ya la (140)había leído
antes, también me he ocupado mucho de Hamlet, es necesario
hacerlo cuando uno se interesa por Freud). Rosencrantz y
Guilderstein son personas que basta poner en cuestión
–en cuestión natural – para percibirse que se
está en el mundo psicoanalítico. Porque no hay oposición
entre naturaleza y cultura. Naturaleza es una idea de la
cultura, basta con poner en cuestión lo que se percibe y ver
que no tiene nada que ver con lo real, son designaciones de
palabras, y eso constituye la cosa, la cosa que hace andar el
mundo.
Quiero mostraros a qué llego
(Lacan hace unas líneas en el pizarrón). El tiempo. Yo me
atengo a mis categorías (las líneas se vuelven círculos
con intersecciones). Lo simbólico, lo real, el campo del
sentido. (Varios en el público se ríen sin disimulo, cuando
Lacan termina de dibujar, aplauden).

¿Porqué qué se dice que el
campo del sentido está entre lo real y lo simbólico? Porque
es ahí donde se sitúa el análisis.
Después de Freud se ve
resurgir el falo (se oyen risas). No se trata del apetito por
la diferencia, de ese algo que los hombres suelen correr
hacia la izquierda y que las mujeres no tienen, y que siempre
se usa para diferenciar si un ser parlante está de un lado o
del otro.
La noción de falo es mucho
más complicada que eso. Basta con ver cómo reacciona la
niña para ver que no se trata sólo del pene. La noción de
falo… eso no arregla nada, no es eso lo que sirve para
hacer los bebés; cuando se hacen bebés, es un traspié. A
veces la mujer quiere tener bebés, se imagina así su
consagración como mujer… Pero no es tan simple. Freud
ha distinguido fálico y genital. Y eso se impone. Yo tardé
en darme cuenta. Si se parte de un óvulo y un
espermatozoide, se llega a la inseminación artificial, pero
no a una relación que tiene que ver con el sexo.
¿Qué liga al sexo con la
muerte? Tiene que haber una relación pero nadie lo sabe. No
por nada Freud habló de una pulsión de muerte (eso
escandalizó a los analistas que no suelen ser muy fuertes).
Pero eso no explica las relaciones sexuales. Todo se resume
en que no es posible explicar la relación sexual. Eso que
Freud llama pulsión, es una especie de (ilegible ) de lo
sexual en las edades tempranas antes de que el ser parlante
haya encontrado –no su partenaire – sino el
enigma del falo. Freud habló del estadio genital como si
hubiera estado sostenido por la casualidad. Entra entonces el
amor, el encuentro.
¿Por qué se aman dos
personas? No se puede decir. El discurso analítico, puede
decir alguna cosa… El amor anda mal. El cristianismo
dijo que hay que amar al prójimo, ¡la prójima no tiene
suerte! ¡La primera prójima es la madre! Me paro. Es emmerdante10.
Freud pone el acento sobre la
unión, la fusión, ¡es desesperante! ¡El amor es
quedantista! El gozar del otro es la beatitud. No es tan
simple. A cada cual su cada cuala… Pero uno tiene una
colección de cada cualas… del otro lado pasa lo mismo,
no es asimétrico…
Bien, si alguien quiere
hacerme una pregunta. No es necesario que sea inteligente.
Pocas veces he tenido un auditorio como este, tan numeroso,
tan poco selecto.
Señor del público –
Pregunta a Lacan si conoce a Fulano (No). Le explica que se
trata de un animador de la TV francesa, él lo encuentra
parecido a Lacan.
Lacan
(visiblemente molesto) – Si, yo sé que mis
apariciones por TV han hecho que se me tomara por un payaso.
Otro señor –
Me he preguntado porqué se dice madre patria. Tiene que ver
con la función del padre. Pero ¿no será la madre dentro
del padre? Qué me dice ¡una buena estocada kleiniana!
Lacan lo mira con interés mientras el público comenta en qué idiomas patria es masculino, y en cual es femenino.
Un analista, Massud Kahn 11, sube al escenario junto a Lacan y comenta – Hasta ahora existían dos esquemas: Consciente, Preconsciente, Inconsciente, después vino Yo, Superyo, ello; ahora usted trae otro (141)esquema ¿dónde ubica el síntoma? ¿y dónde ubica el narcisismo?
Haciendo caso omiso del público, Lacan y Massud Kahn se enfrascan en un diálogo en voz baja. Dos jóvenes del público suben al escenario y corren el pizarrón del lugar que ellos tapaban. El resto del público aplaude. Una chica pregunta dónde ubica el arte, en su diagrama.
Lacan –
¡Ah, el arte! ¡No, no he hablado de él! Entonces se
necesitan más círculos.
Otra persona
le pregunta por «petite a» y su relación con
Winnicott.
Lacan –
Sí, «petite a» es una función que he inventado
para designar el objeto del deseo. «Petite a»
es lo que Winnicott llama objeto transicional 12… He
tenido la suerte de conocer a Winnicott.
El público comienza a irse. Casi dos horas de conferencia.
Otra persona –
¿Qué sabe usted de la desesperación, de la angustia?
Lacan –
No tengo ninguna razón para tener esperanza (espoir)
pero eso no me produce angustia. Le respondo en el plano que
usted me pregunta. La angustia es un concepto ligado al
encuentro con el falo. Véase Juanito.
Un muchacho –
Se ha dicho que las manifestaciones de Freud en lo
sociológico, Io político, son insuficientes. ¿Qué piensa
usted en relación con esto?
Lacan –
Me he referido a la política en relación con le discours
du maître13. El que se ha acercado más al discours
du maître ha sido Hegel. Dice que el amo tiene el
placer, el esclavo quiere… conservar el placer. El
discurso universitario sufre una crisis, mayor que la del
psicoanálisis –independientemente de lo que piense
Erich Fromm.
Si vuelvo a Londres, si hay
personas que no me consideran un payaso, quisiera ver otra
vez a Stoppard, y volver a hablar con vosotros, preferiría
que fuerais menos, mi discurso sería entonces menos difuso.
Londres, Febrero 1975