martes, 7 de febrero de 2023

Jacques Lacan, "Intervención en Baltimore- 18 de octubre de 1966" (Traducción de Paola Gutkowski y Pablo Peusner.)

 En octubre de 1966, en la ciudad de Baltimore (Maryland – USA) se realizó en el Centro de Humanidades John Hopkins el Simposio Internacional sobre “Los lenguajes críticos y las ciencias del hombre”. Entre el 18 y 22 de Octubre, se dieron cita intelectuales de todo el mundo, dando el puntapié inicial a un programa de seminarios y coloquios que se extendería por un período de dos años.
En 1970 The John Hopkins Press, publicó las actas del Simposio con el título de “The Languages of Criticism and the Sciences of Man: The structuralist controversy” bajo la dirección de R. Macksey y E. Donato.

Aquí se encontrará una intervención en la que Lacan explica con un ejemplo su concepción del sujeto, que no es "ni intra,ni extra ni intersubjetiva"

 Intervención de Jacques Lacan sobre la exposición de
L. Goldmann "Estructura: Realidad humana y Concepto Metodológico"

18 de octubre de 1966 

(Traducción de Paola Gutkowski y Pablo Peusner, link original: http://elpsicoanalistalector.blogspot.com/2007/08/textos-inditos-de-lacan-en-espaol.html )



El Sr. Goldmann acaba de mostrar cuán difícil será para mí comunicarles mañana lo que, justo esta mañana, con la amable ayuda de mi traductor, he comenzado a poner en una forma adecuada para esta reunión. El Sr. Goldmann es bien conocido por ustedes por haber enseñado aquí durante varios meses. Mi contribución será menos familiar. He tratado de preparar algo que representará el primer corte de mi pensamiento.
Como este proyecto es algo sobre lo que he venido trabajando hace quince años, comprenderán que mi exposición de mañana no podrá ser exhaustiva. Sin embargo, a fin de facilitar mi tarea y para preparar vuestras orejas, me gustaría decir ésto: Algunas palabras concernientes al sujeto. Pienso que ellas son necesarias desde que ayer introduje el término y desde que el mismo Sr. Derrida aquí presente me preguntó ayer en la cena, "¿Por qué llama usted sujeto a ésto, esto inconsciente? ¿Qué tiene que ver el sujeto con ésto?". En todo caso, no hay nada que hacer con aquéllo de lo que el Sr. Goldmann habló como siendo el sujeto. Es naturalmente solo una cuestión de terminología, y el Sr. Goldmann puede utilizar el término sujeto para decir aquello que quiera. Pero, aquello que yo querría acentuar es lo que caracteriza al sujeto del Sr. Goldmann (que es muy próximo a la definición clásica) la función de unidad, de unidad unificante. Su sujeto es el sujeto del conocimiento, el sostén (falso o no) de todo un mundo de objetos. Y el Sr. Goldmann lleva esta función de unidad hacia otros campos que ése del conocimiento, por ejemplo hacia la esfera de la acción, cuando llama a John y James cargando una mesa un solo sujeto, en la medida en que ellos están unidos por esa acción común.
Pero lo que me empuja a hablar es que justo vengo de tener esta experiencia. No moví yo mismo (a pesar que mi nombre es "James" [Jacques]) una mesa junto a John, pero no lo hice sólo por razones personales de fatiga y no porque me hayan faltado ganas de moverla, como lo verán ustedes. Lo que ha sucedido fue algo diferente.
Me encontraba en un hotel local cuyo nombre no mencionaré (conocido por todos ustedes) y quería colocar una mesa, que se encontraba contra una pared, delante de la ventana, a fin de trabajar para esta reunión. A la derecha de la ventana se encontraba una cómoda que me lo impedía. Tomé el teléfono y pedí que alguien viniera a ayudarme. Entonces, llegó un personaje muy digno, de cabellos blancos portando sobre su uniforme este título (que no tenía aún ninguna significación precisa para mí, aunque las cosas hayan cambiado a partir de entonces) "Bellman". No le presté ninguna atención a ese nombre, que debe querer decir "hombre bello". Le dije al "Bellman" en mi inglés (imperfecto, como lo verán mañana, pero suficiente para formular un pedido) que quería poner la mesa cerca de la ventana y la cómoda en el lugar de la mesa. Aquellos de ustedes, aquí presentes, que pertenecen a la comunidad americana no se sorprenderán del simple gesto que obtuve en respuesta, "Mire. Soy el Bellman. ¿Por quién me toma usted?. Ese es el trabajo del ama de llaves". Respondí "Eso no importa. Todo lo que quiero es que se haga el trabajo. Si usted es tan amable avísele al ama de llaves, para que no se haga demasiado tarde". Debo decir que en un tiempo excepcionalmente corto para este hotel se presentó el ama de llaves y obtuve la ayuda de dos negros(incluso sin esperar demasiado, desde el momento en que pude explicarme acerca del asunto de mis deseos). Ellos llegaron y prestando muy poca atención a mi pedido (parecían incluso estar escuchando otra cosa), hicieron aquello que yo les pedí. Lo hicieron, diría, casi perfectamente, porque quedaron unas pocas imperfecciones pequeñas en el trabajo, pero tan precisas que ellas no pudieron haber sido involuntarias.
Ahora, ¿dónde está el sujeto de esta pequeña historia? A primera vista (aunque ustedes van a ver rápidamente por qué no me detengo en eso) el sujeto es evidentemente yo mismo, en la medida en que me encontraba queriendo durante toda la situación, porque el punto importante de la historia no es evidentemente el hecho que soy yo quien dio la orden y, finalmente, obtuvo satisfacción, sino más bien el modo en que fallé al no preguntar, en primer término, por la persona adecuada para la jerarquía reinante en el hotel, y obtener su servicio sin demora. De todos modos eso me ha dado la oportunidad de puntualizar la diferencia entre sujeto y subjetividad. Habría sido seguramente el sujeto si eso hubiese sido solamente una cuestión de esta falta. Yo soy la subjetividad, en tanto y en cuanto, innegablemente, he manifestado una cierta impaciencia en todo este asunto.
Por el otro lado, eso que me parece ser el sujeto es realmente algo que no es ni intra ni extra ni intersubjetiva. El sujeto de este asunto me parece (y no lo tomen a mal; lo digo sin la menor intención despreciativa, pero plenamente consciente del peso de lo que voy a proponer): ¿Qué suerte de sujeto caracteriza un estilo de sociedad en la cual, todos están teóricamente tan listos a ayudarte como la pregunta "¿Puedo ayudarlo?" implica?. Es la pregunta que su vecino de asiento le formula inmediatamente cuando usted aborda un avión -un avión americano, por supuesto, con un vecino de asiento americano. La última vez que viajé de París a Nueva York, estaba muy cansado por razones personales, y mi vecino de asiento, me ha, literalmente, puesto la comida en la boca durante todo el viaje como una mamá gallina. ¡Él tomaba pedazos de carne de su propio plato y los deslizaba entre mis labios!. ¿Cuál es la naturaleza de este sujeto que está basado sobre ese primer principio, y que, por el contrario imposibilita obtener la ayuda?. Tal es, entonces mi pregunta, y creo, habiendo relatado mi historia, que es aquí, al nivel de este intervalo -que no encaja en la intra ni extra ni intersubjetividad- que la pregunta del sujeto debe ser situada.

sábado, 27 de agosto de 2022

Seminario 21 Jacques Lacan, “LES NON-DUPES ERRENT” O “LES NOMS DU PÈRE” Versión de RICARDO RODRÍGUEZ PONTE

 Aquí en este link, la versión en español del Seminario 21 que elaboró Ricardo Rodríguez Ponte.

La particularidad que presenta esta traducción, es que cuenta con la sesión del 4/12/73, ausente hasta en algunas versiones francesas.


Link: https://pdfcoffee.com/seminario-21-lacan-rponte-3-pdf-free.html

 

 


 




domingo, 3 de julio de 2022

"El fenómeno lacaniano" , por Jacques Lacan, Conferencia en Niza, 30 de noviembre de 1974

Esta es la Conferencia pronunciada por Jacques Lacan en el Centro Universitario Mediterráneo (CUM) de Niza, el 30 de Noviembre de 1974. Texto establecido por Jacques—Allain Miller a partir de la transcripción realizada por Elisabeth Geblesco desde una grabación de M. François Péissier. (La traducción  al castellano fue realizada por  Miquel Bassols. Publicada en la Revista “Uno por Uno” Nro 46) (1998).

 

 Evidentemente, es una debilidad haber aceptado este título.
 

INICIACIÓN
En ocasión de la sesión de ingreso de mi amigo Claude Lévi-
Strauss a la Académie Française, me pareció que elevaba a la Académie
Française hasta la iniciación, es decir, que reducía la iniciación a nada.
Naturalmente, es algo que me preocupaba. Le planteé poco después todas
las preguntas que hacían falta, gracias a lo cual me di cuenta de que, en
efecto, reducía la iniciación a lo que implica el acceso a la Académie
Française, lo que me afectó más todavía —no es que le tenga ningún
aprecio a la iniciación—.
No sólo no le tengo aprecio alguno sino que pienso, para decirlo
claro, que la iniciación es siempre una historia bastante fea.
 

NATURALEZA
Hablábamos ahora en la comida, con Poirier y algunas personas
que ha tenido a bien reunir conmigo, de la naturaleza. Es evidente que la
iniciación participa de una creencia en la naturaleza.
Intentaré hacerles sentir, durante esta cosa que se llama
conferencia, hasta qué punto creo en la naturaleza. Es por otra parte algo
sorprendente —en una cultura, en lo que llaman así con el nombre de
naturaleza, la naturaleza que existiría—, hay diferentes concepciones de
la naturaleza.
No creo mucho en la iniciación, aunque lo lamente un poco, como
todo el mundo, bueno, como todos los débiles. Me sentiría en la
naturaleza… Por desgracia, visto que soy analista, me resulta totalmente
imposible creer en ella.
 

DESECHO
El analista —al menos he intentado hacer que haya analistas de esta
índole— es alguien que se da cuenta —lo peor es que es preciso que se dé
cuenta él mismo— de que aquello de lo que se trata en el efecto de
cualquier cultura, en el fondo del fondo del torbellino, quiero decir lo que
hace causa, pues bien, es un desecho.
No todo el mundo se da cuenta de eso, pero sólo tiene el derecho a
autorizarse a ser verdaderamente un analista aquél que se ha dado cuenta
de eso. Ser un desecho es a lo que aspira sin saberlo cualquiera que sea un
ser hablante —sólo empleo este término porque no sé a quién me dirijo,
son ustedes demasiado numerosos—.
Cualquiera que sea, un ser hablante está apresado en este torbellino
que es la verdadera carrera de su deseo —deseo del que habrán aprendido
sin duda que es la esencia del hombre. Un tal Spinoza se dio cuenta,
mucho antes de que existiera el psicoanálisis. A Dios gracias, deja caer un
velo sobre lo que sucede con la auténtica causa del deseo.
 

DESAFÍO
Bien. Ya hemos entrado en el fenómeno lacaniano.
Es un título que acepté. Poirier me llamó por teléfono y yo no había
pensado en un título porque tenía otras cosas en la cabeza, me dio éste y
lo acepté. No veo por qué no aceptaría algo así como un desafío.
Acepté de la misma manera responder a una tal Televisión. Tengo
cara de lanzar verdades, fuera de ciclo, por la cabeza cuando resulta que
todo el mundo piensa que el ser hablante es un desecho, y la prueba está
en que en nombre de aquello por lo que me preguntaban para la
televisión, me han planteado las preguntas más estúpidas, preguntas a las
que he intentado responder de la misma manera, así como se responde a
un desafío.
 

EFECTOS
Con todo, no voy a ver ninguna trampa en el desafío presente y
explicarles que no tengo nada que ver con cualquier fenómeno, porque
eso ya me implicaría en los diversos sentidos de la palabra fenómeno. Es
evidente, sin embargo, que no se trata del fenómeno Lacan.
Si he aceptado este desafío es porque admito que hay efectos
lacanianos.
¿De qué orden son? Del que yo quiero, evidentemente.
 

NOÚMENO
No tiene nada que ver con el fenómeno en el sentido, digamos, más
serio que se ha dado a este término. Como aquí hay, supongo, algunas
personas para sospecharlo, es el que lo opone al noúmeno. Son historias
de filosofía, cosas de esas que van dando vueltas en la enseñanza.
Me han avisado que escucharía hablar a no sé quién, lo que me
pone contento —les doy mi palabra de que ni sospecho quién es—
alguien que hace de Sibila del CUM. Pues bien, el noúmeno, tal corno lo
entendieron en épocas muy antiguas —para esto la Sibila de Cumes no
está en peor posición que otros—, es algo donde se esboza una especie de
presentimiento de lo que por mi parte llamo, de modo más simple, lo real.
Por lo demás, es así como se presenta. Dicen que el fenómeno es
aquello en lo que las cosas, tal como se expresan, se nos aparecen. Sólo
se nos aparecen a través de la debilidad de nuestros sentidos y no
sospechamos lo que puede suceder con su real. Es un punto de vista
modesto, pero del que precisamente se trata de dar cuenta.
 

MAQUINITAS
En efecto, a pesar de esta susodicha imposibilidad de acceder a lo
real de las cosas, hemos tenido acceso, por un increíble camino, a alguna
cosa que ¿qué nos ofrece de ese real? A final de cuentas, nos ofrece
algunas maquinitas.
Lo que tienen de particular es que llevan la marca del ser que las ha
fabricado —no hay nada que vaya a parar tan rápido al desecho como
esas maquinitas. Estas maquinitas —la televisión, el automóvil, los
aparatos— todos saben adónde van a parar. Terminan en un vertedero
donde las desguazan. Es del todo comparable al destino de un ser
humano.


APARATO
Lo que hace que las atribuyan a lo real es evidentemente algo muy
distinto. Es que no las construiríamos sin este enorme aparato Científico
que, por su parte, no tiene nada que ver con las maquinitas citadas y con
su destino.
El aparato científico es algo que convendría explicar — ¿por qué
nos encontramos, por ejemplo, en posición de sustituir el noúmeno por la
teoría de los quanta?—.
La indeterminación entre la onda y el corpúsculo llega a responder,
a cierto nivel, a buen número de fenómenos. De modo que la cuestión del
noúmeno no queda más simplificada por eso.
La cuestión del noúmeno deja totalmente en falso de qué se trata
con el fenómeno.


CIENCIA
Lo que yo querría es hacer que el discurso analítico se sostuviera lo
suficiente como para que se enseñara de manera tan rigurosa como la
ciencia. Lo que, sin embargo, me hace tan difícil realizar este designio es
que, piense lo que la ciencia piense, ésta no se ha dado todavía su estatuto
propio.
Por supuesto, me dirán, es la experiencia la que le da su estatuto.
Sin embargo, es raro y lamentable que la experiencia no conduzca
estrictamente a nada cuando el aparato matemático no la sostiene. Es
precisamente por este aparato que, de un modo fechable, se ha operado la
pretendida fecundidad de la experiencia en la ciencia.
Cuando la ciencia en cuestión, ya sea física o biológica, se jacta de
encontrar su regla en la experiencia, omite por completo que sólo hay
experiencia sensata desde Galileo, para llamarlo por su nombre. Hubo
que abrirse paso de manera tal que uno renunciara a servirse de sus
intuiciones, es decir de algo surgido de lo imaginario, y se abstuviera de
lo que va tan bien con esas intuiciones —se trataría también de saber por
qué—, a saber, las grandes palabras, las palabras que dan sentido.
Nada que decir, yo también —incluso al querer abrir el camino de
lo que es el análisis— me veo forzado a utilizar esas grandes palabras,
palabras que dan sentido. ¿Qué es lo imaginario, lo simbólico, lo real,
sino algo que da sentido?
Como ven, el ejercicio de acompasar a cierto número de personas
sin caer en el atolladero filosófico no es una empresa menor.


FREUD
Dado que la ciencia misma no ha aclarado en absoluto sus
principios, es decir, con qué paso baila, no tengo estrictamente otro punto
de apoyo que la práctica analítica.
Sólo que —y me congratulo de ello— no soy yo quien la ha
inventado. Fue un tal Freud quien se dio el trabajo de introducirla.
No vamos a ponernos a reflexionar sobre el hecho de que él creyera
tener en esto el apoyo de verdades científicas establecidas. Dios sabe
hasta qué punto hacía gorgoritos con nociones llamadas energéticas.
Incontestablemente, sin esto los físicos no podrían abordar nada de
nada. Pero hasta nueva orden, para implantar una energética al nivel de la
práctica analítica, hay que coger verdaderamente las cosas por los pelos.
Freud se dedica a reflexionar sobre la función de la tensión con una
especie de ingenuidad. ¿Qué otra cosa más vaga puede decirse que
considerar un cuerpo —entiendo por cuerpo lo que ustedes son aquí,
delante mío, presentes con su cuerpo— como algo que tiene más o menos
cosquillas?
En la práctica analítica no se trata simplemente de hacer cosquillas.
Uno se da cuenta de que hay palabras que incitan y otras que no. Es lo
que se llama interpretación.
 

PALABRAS
Empecé por ahí a la hora de introducir el tipo de cogitación a la que
invitaba a mis copracticantes. Les pedía que reflexionasen, en todas
partes, ya que es su norma, sobre el tema de saber cómo llegaba a suceder
que operasen —no digo curasen, no se cura a todo el mundo— con las
palabras. Hay operaciones que son efectivas y que sólo suceden con
palabras.
Cuando introduje esto, hace veintiún años, fue algo que produjo
algunas chispas. No se imaginen ahora que muchas. Los psicoanalistas
son como todo el mundo, como ustedes, son sordos a lo que no les gusta.
Incluso entre mis alumnos más próximos, eran sordos como una tapia
ante la observación que les hacía de que valía más la pena poner en
cuestión algo de lo adquirido para introducir la pregunta de cómo esto
podía llegar a operar.
Las palabras, el lenguaje como dicen, hacen de ello la función más
extraña cuando creen que es un medio de comunicación. ¿Comunicación
de qué, Dios bendito? ¿De la verdad? Con todo, es muy curioso que no se
den cuenta de que la palabra sirve igualmente para la verdad y para la
mentira. Y que existen incluso todas las posibilidades de que sirva para la
mentira con más frecuencia que para la verdad, vieja historia, que ha
quedado desde hace tiempo en evidencia con la famosa paradoja, que no
tiene nada de paradójica, llamada “del mentiroso”.
Lo importante no es tanto que el lenguaje diga o no diga la verdad,
sino que ayude —y punto.
Hay decires que operan, hay decires sin efectos.
Hay alguien, ahí detrás, que levanta los brazos desesperadamente.
Me gustaría que, cuando yo haya acabado, lo que espero hacer pronto,
plantee la pregunta que le inspira esta observación sobre el decir.


DECIR
Para que el decir cuaje, los analistas invitamos a hablar a la persona
que se confía a nuestro decir y, precisamente, a hablar sin la menor
preocupación por la verdad o por la mentira, a hablar de lo que le pasa
por la cabeza. Dios sabe que, para mentir, un analizante no se priva de
ello.
Sin embargo, es curioso que prendido a esa palabra con la que
rogamos al sujeto citado que haga un hablar lo primero que le venga, un
decir pueda tener un efecto, —y que este efecto vaya mucho más allá del
charloteo al que, para decirlo, invitamos al sujeto que se confía a nuestros
cuidados.
Los efectos de este decir llegan a un lugar totalmente distinto que
corregir el charloteo en cuestión, ese que está sugerido, impuesto incluso,
por la regla analítica. Llegan hasta a modificar (...). ¿Cómo puede suceder
que un decir tenga estos efectos?
¿Pero la naturaleza?
Cuando hablo de la naturaleza no hablo de este desecho del que he
hablado hace un momento —esto es lo que el analista hace presente. Es
preciso que esté bien seguro en su posición de desecho para poder invitar,
incitar, al analizante, como lo llamo yo ya que es él quien hace el trabajo,
a no creerse más de lo que él, por su parte, se cree, el analista. Se pone a
la disposición del analizante como el último de los últimos, ya que será
preciso que esté a la hora, tres o cuatro veces por semana, para escuchar
lo que brotará de él al natural. Es preciso verdaderamente que haya un
nivel en el que no se crea gran cosa.
Sólo que, con todo, es bastante curioso que, a fin de cuentas, sea su
decir el que tenga efectos. Tiene efectos mucho más allá de lo que viene
proporcionado como material —es el término que empleamos— de
charloteo.
Para explicar esto, valdría la pena, sin embargo. Intentar tener algo
que se pareciera a un real.


DIOS
Son ya las cinco y cuarto y no veo porqué estiraría más la cuerda de
la paciencia, más aún teniendo en cuenta que querría escucharles a
ustedes, ya que he visto ahora misma signos de brazos alzados al cielo,
sin duda de invocación al Señor.
A propósito, alguien me preguntaba hace poco si, por lo que se
refiere a los efectos lacanianos, podía o no decir yo si Dios estaba muerto.
Para decir las cosas tal como las pienso, o mejor, tal como las
escribo, Dios ex-siste. Entiéndanlo como quieran, es una interpretación
—una interpretación de lo guie ex-siste, es decir que no está en el ajo. Y
es por esta razón que me interrogo sobre su relación con el sentido.


SENTIDO
No estoy seguro de que el decir que opera tenga siempre un
sentido. Hay incluso posibilidades, muchas posibilidades, de que lo que
hay de más operativo sea un decir que no tenga sentido. Es una
sugerencia que hago.
Por supuesto, ustedes no están aquí hechos para escucharlo, ya que
si vienen para oír hablar del fenómeno lacaniano es precisamente porque
este fenómeno se presenta teniendo un sentido.
No obstante, hay algo de lo que Freud se dio cuenta, y es de la
relación del inconsciente con el chiste, y el chiste es el equívoco. Y el
equívoco es el lenguaje.
El lenguaje está, es cierto, sometido a algo que tiene su ley. Basta
con hacer un poco de gramática para darse cuenta de ello. El lenguaje
supone una sombra de sentido. Si yo mismo me permitiera dar el ejemplo,
diría que deja cortado [scie] al sentido —jugando con el equívoco entre la
sierra [la scie] y la sombra, la (...).


NUDO
Podrían darse cuenta de que esto va un poquito más allá de lo que
parece.
Considerando nuestra geometría más atentamente, se darían cuenta
especialmente de que es una geometría de la sierra. Nuestras superficies
planas, nuestros volúmenes, nuestras aristas y otras líneas ideales, no
bastan para dar un estatuto al punto. Y sin embargo es con el punto, con
el elemento como también decimos, con lo que pensamos incluso en
matemáticas. Sostenemos en esto la teoría llamada de los conjuntos.
Podría haber otra manera de engendrar el punto, es lo que he
intentado hacer al hablar de cierto nudo, llamado borromeo. Es un chisme
divertido que no voy a dibujarles ahora, porque son ustedes bastante
numerosos. Si fueran cinco o seis, como me esperaba, les habría dibujado
el nudo borromeo y habrían visto enseguida que es encantador y que
demuestra la relación de lo real, de lo imaginario y de lo simbólico como
nada lo permite.
El punto hay que encontrarlo en el corazón, en el centro. Es
también aquello que lo deshace, en tanto es el resultado de la verdadera
trabazón, la más central, de lo simbólico, de lo imaginario y de lo real.


AMOR
Ustedes tienen un cuerpo, del que procede su imaginario. Han
surgido de esta cosa fabulosa, totalmente imposible, que es el linaje
generador, han nacido de dos gérmenes que no tenían ninguna razón de
conjugarse, si no es esa especie de chifladura que se ha convenido en
llamar amor. Hacen el amor —en nombre de qué, ¿Dios bendito?—
Es algo tan patente que ha habido con todo un pequeño atisbo de
sentido que se manifiesta de manera franca, al nivel de lo simbólico.
Algunos se dieron cuenta de que el amor es algo que sólo se aguanta por
esto —“Ama o tu prójimo...”— nadie sabe quién es, naturalmente —“...
como a ti mismo”—. ¿Pero en nombre de qué quieres amarte a ti mismo?
Es precisamente aquí donde se encuentra el fenómeno
absolutamente fabuloso, que se produce por lo siguiente, por el hecho de
que el hombre —es con esto que intenté abrir primero el camino— ama a
su imagen como lo que le es más prójimo, es decir su cuerpo.
Simplemente, de su cuerpo no tiene estrictamente ninguna idea.
Cree que es yo [moi]. Cada uno cree que es él. Es un agujero. Y después,
afuera está la imagen. Y con esta imagen hace el mundo.


RELACIÓN
Sólo hay una cosa de la que no se sabe literalmente qué hacer
cuando por ejemplo se es un hombre: es una mujer. No hay nada de lo
que sepa menos qué hacer que de una mujer.
Interróguense. ¿Qué hay más embarazoso para un hombre que un
cuerpo de mujer?
Hasta el punto que incluso Platón se dio cuenta de esto. Se dio
cuenta en El Banquete, donde explica, a un nivel mítico —es muy
cómodo el mito, incluso indispensable— que no hacían más que uno, un
cuerpo —y, cosa muy fastidiosa, que esto es algo que no ha vuelto a verse
nunca—.
Freud, cayendo en la trampa, nos cuenta que el Eros es la tendencia
hacia el Uno. Es precisamente aquí donde está toda la cuestión —lo real,
por su parte, es dos de la mejor manera. A partir de ahí, está muy claro
que lo real, tal como yo me expreso, es precisamente lo imposible. A
saber, lo imposible de lo que daría un sentido a esa relación llamada
sexual.


SEXUALIDAD
Hay algo que Freud puso de manifiesto. No es porque lo llame
sexualidad que hay que llevarse un chasco y creer que lo que dice es
exactamente lo contrario de lo que efectivamente dice. Lo que
efectivamente dice es que lo sexual está en cualquier otra parte que en lo
genital, o sea, en cualquier otra parte que en aquello que lleva a la
reproducción.
Se trata de poner de relieve la relación de esto con el hecho de que
este mismo ser, calificado como ser hablante, por muchos esfuerzos que
haga en dar sentido a la relación sexual, queda reducido a una formidable
proliferación de palabras, incluso de cartas (letras) de amor si llega el
caso, toda una serie de cosas que no están estrictamente fundadas en nada
—en nada que no sea en el fantasma, es decir, lo que suscita el goce—.
Hay una relación —pero ¿cuál?— entre lo que Freud puso de manifiesto
con respecto a la sexualidad y el hecho de que haya animales que hablan,
es decir, que están afligidos por algo totalmente parasitario, que
ciertamente no les deja jodidamente indiferentes.


AFECTO
Escucho a analistas que me objetan que en el análisis lo que cuenta
no es el lenguaje, tal como yo lo enuncio, sino, según parece, el afecto.
Hacen prueba de gran prudencia para decirlo, ya que toman una palabra
de la que nunca se han servido aquellos que llamaré “medicastros”, es
decir, personas que no saben ni lo que dicen.
El afecto ¿qué es?
Hay afectos. No sólo los hay sino que he hecho aparecer cierto
número de los que nadie había escuchado nunca hablar antes en la teoría
analítica. He puesto en su lugar a la famosa triada: inhibición, síntoma,
angustia, que es uno de los puntos más vivos, más nervudos, de la teoría
freudiana, mostrando que no había que poner los tres términos en la
misma línea sino que había que desplazarlos, gracias a lo cual se pudo ver
lo que se dibujaba en esta clasificación que es correcta.
Los pretendidos afectos sólo dan testimonio, de hecho, de la
afectación de los que hablan de ellos. ¿Qué produce la emoción? ¿Creen
ustedes que son las tripas que se remueven? ¿Qué es lo que remueven?
Remueven palabras. No hay nada que afecte más, como dicen, al que he
calificado como ser hablante.


SER
Voy a decirles no obstante la palabra que utilizo para designar al
inconsciente —digo el hablanteser [le parlêtre].
Me permito aquí un pequeño equívoco —es el ser quien habla, pero
es también el que habla esa cosa fabulosa que, estrictamente, sólo se debe
al lenguaje, o sea, el ser.
Si no fuera el lenguaje el que introduce al ser, cualquier ser, ¿de
dónde vendría esa idea?
Aparte de los filosofía cuyo trabajo es hacer ontología, me pregunto
cual sería el peso de este verbo, ser, del que uno se pregunta qué puede
ser para un ser que no habla. No basta con tener relaciones muy íntimas y
personales con un delfín para estar seguro de que piensa ser. Si no
existiera la palabra ser, no sé si el hombre pensaría ser. Son pequeñas
observaciones que hago de manera incidental, notas al margen.


SABER
Lo que quiero decirles simplemente para terminar es que aquello con
lo que tenernos que vérnoslas es con el síntoma.
Un síntoma es un efecto que se sitúa en el campo de lo real. Es lo
que se trata de interrogar con mi pequeña mecánica, el nudo borromeo de
lo simbólico, de lo imaginario y de lo real — ¿cómo llega a suceder que,
en un sentido, se pueda atar un síntoma a algo preciso en el inconsciente,
es decir, a un saber? —.
No es de ningún modo ese tipo de saber el que, bajo nombres
diversos, se imputó a lo real en el curso de los años. No sabemos para
nada si lo real sabe sea lo que sea. Precisamente, la prueba es que, cuando
se trata del saber que hay que situar en lo real, no podemos hacer
decentemente otra cosa que imputarlo a Dios. Es por esto que ex-siste.
Ex-siste. Es un saber. Uno se ve forzado a pensar que hay cierto
saber en alguna parte, porque lo real da testimonio de algún orden.
Excepto que es estrictamente imposible —pienso que nadie lo dudará
aquí— pensar que este saber fuera el saber para lo mejor. Sólo habría el
fiel del síntoma y, por otra parte, el del lenguaje.
Es precisamente la relación de los dos lo que ponemos en cuestión.
Es evidente que el saber imputado a alguna cosa en lo real, lo llamen
Dios o de otra manera, no tiene nada que ver de todas formas con el saber
que se articula especialmente por el hecho siguiente, que hay un ser que
habla.


RAÍCES
Es aquí donde el inconsciente echa siempre raíces. No echa raíces
solamente porque este ser haya aprendido a hablar cuando era niño, si su
madre quiso darse el trabajo, sino porque ha surgido ya de dos
hablanteseres.
El inconsciente es esto. Es que había ya dos personas marcadas
por el hablanteser, marcadas por esta distorsión en el pensamiento — no
se sabe por qué, como figura, como inquietud— que corresponde al
hecho de que haya hablanteser. Es por haber nacido de dos hablanteseres,
es decir, por estar ya prefigurado, si puede decirse así, como rastro en su
deseo. Es que surge ya esto que hace que cada uno tenga un inconsciente.
Hay un inconsciente porque estos seres de hablanteser son de tal
forma que no será ya posible que su aprendizaje de lalengua (...) entre los
dos, pues, tanto como quieran su ímpetu por añadidura (...) la adquisición
de sus palabras, no sea, como limaduras de hierro, polarizada por lo que,
ya en sus padres, se orienta por el hablanteser. La definición que Freud da
del inconsciente no es nada distinto.
El síntoma es la inscripción, al nivel de lo real, de esta proyección de
inconsciente, de esta verdadera criba —en el sentido en que se dice de los
proyectiles que criban una superficie, Dios sabe cómo, la expresión viene
al caso—, de dos sujetos que se burlan de esta división profunda que hay
entre el cuerpo y la naturaleza del lenguaje.


ORIGEN
Es aquí donde surge la pregunta con la que apremio a los lingüistas a
que consideren como la incidencia misma a la que deben dar, de una
forma u otra, una respuesta —para tener esto efectos— ¿cuál es la fuente,
el origen del lenguaje?
Parece imposible pensar pura y simplemente que sea el cuerpo
—que el cuerpo, como dicen, invente su expresión—. El lenguaje es un
parásito al que es posible coordinar —estos hechos que Freud denomina
como reprimido primordial, corno lo Urverdrangt. Lo que hay como
agujero en el centro del lenguaje vale igual que lo que hay como agujero
en el centro del cuerpo, de lo cual sólo sabemos sus proliferaciones
imaginarias. Debe haber también un agujero en el corazón, en el centro de
lo real. Es lo que permite figurarse esta configuración tórica que articulo
con el nudo borromeo.
Pero ¿cuál es el peso propio del sentido del lenguaje? ¿Cuál es su
alcance?
Tengo mi pequeña idea sobre esto pero no veo porqué, la susodicha
idea, no podría guardármela.


RESPUESTAS
¿Quién plantea una pregunta? ¿Harán como de costumbre y me
dejarán cortado? ¿Quién plantea una pregunta?
X: ¿Qué piensa usted de Michel Foucault en Las palabras y las
cosas, que ha hablado precisamente del lenguaje?
Es alguien formidable, Michel Foucault, eso es lo que pienso de él.
La única cosa que puedo reprocharle es que no haya atravesado él mismo
la experiencia analítica. Las palabras y las cosas estaría mucho mejor si
fuera más lacaniano. Ya ven que no me escapo de responder, incluso a las
preguntas embarazosas. ¿Quién tiene todavía una pregunta para hacer?
M. Vexliard (director de la Unidad de Psicología): ¿Existe alguna
relación entre lo que usted dice, sus Escritos, y lo que ha escrito Freud?
La relación es absolutamente fundamental, es decir, me he fundado
en un retorno a Freud.
Basta con abrir La interpretación de los sueños para ver con los
propios ojos que no hay un solo sueño que no sea interpretado por Freud
según el modo de desciframiento que implica que el sueño sea
verbalizado. Si no es cierto que su interpretación se funda en el texto,
escrito o hablado, del sueño, querría simplemente que me dieran un
ejemplo de lo contrario.
Esto es verdad hasta en el sueño de la pequeña Anna Freud, del que
podría decirse que no es más que la expresión de una necesidad. Freud
mismo dice que si ella sueña con papilla de fresas, con crema,
mermelada, es en la medida que le han dicho que esos alimentos eran
aquellos de los que debía privarse, que le estaban prohibidos. Es por eso
que sueña con ellos. Por otra parte, el hecho de que sueñe articulando
estas palabras, muestra la presencia directa y, diré incluso viviente, del
lenguaje.
No hay tampoco uno sólo de los hechos transmitidos como lapsus
que no vaya siempre acompañado de algo que interprete aquello con lo
que ha tropezado la conducta del sujeto. Si ha tropezado es porque ha
sido preciso que pase por una doble traducción, es decir, traducción en
palabras de ida y vuelta. Es a la vuelta cuando se muestra que el juego de
palabras le va precisamente al pelo. Es inútil insistir, ya que es su esencia
misma. Si el chiste tiene un sentido es precisamente porque hace
equívoco. Es por eso que nos ofrece el modelo de la interpretación
analítica justa.
En resumen, he vuelto a llevar a la primera tópica freudiana — esto
es lo que he llamado retorno a Freud— aquello que está implicado en la
práctica analítica misma. Esto no quiere decir que la segunda tópica
quede en falta al respecto.
Freud, es cierto, llega a entificar, si puedo decirlo así —hace que
algo sea, algo que sería la cosa de la que hablaba ahora mismo con el
nombre de la naturaleza, clava toda una serie de banderitas en lo que se
soporta como un cuerpo, habla de la pulsión como de algo que tiene que
ser y que está vinculado a configuraciones muy precisas en ese cuerpo, y
especialmente a cuatro orificios que juegan un papel patente y notorio.
Pero, incluso cuando entifica, es claro, sobre todo si uno se refiere a
lo que escribió antes sobre la pulsión, que esta pulsión no es una
substancia sino un vector. Es un signo matemático de algo que se trata de
justificar.
Para decir las cosas de un modo más preciso, es lo que, en el nivel
de las ecuaciones llamadas vectoriales, se concreta en lo que se llama un
escalar. Está muy claro.
Incluso al nivel donde Freud, de alguna manera, sustancializa con
sus términos al Ello, que no tiene otro alcance que el de oponerse a la
función llamada de lo preconsciente, en la medida en que se inscribiría en
él algo del mundo exterior, subraya el silencio de ese Ello. ¿No podemos
ver ahí un rastro, la señal, el estigma, del hecho de que en cualquier otra
parte, aquello con lo que ha hecho la dimensión del inconsciente es el
lenguaje? Y no sólo el lenguaje sino el lenguaje en tanto que encarnado
en lalengua.
A fin de cuentas, lo vemos por muchos signos, es al nivel de
lalengua donde la interpretación tiene efectos.
Evocaré simplemente lo que Freud aporta en un caso sobre lo que se
considera como un estigma de perversión. El Glanz auf der Nose, el brillo
en la nariz, excita de modo particular a un fetichista del que habla. Si
encuentra su interpretación es en to glance at the nose que era la lengua
que hablaba el niño cuando nació. Quiero decir poco después de su
nacimiento, cuando empezó a quedar apresado, precisamente, en la
lengua de sus padres. El to glanze, mirar, se ha transformado en un Glanz,
un brillo, un resplandor. Es de esto de lo que Freud hace responsable al
fetichismo del sujeto en cuestión. Les doy este ejemplo entre otros
posibles.
Pienso que lo que me permito enunciar sigue a Freud muy de cerca,
incluso cuando, para hacerse comprender y atraer a cierta filosofía, a
cierta suma de prejuicios que están en el ambiente, tuvo que hacer su
segunda tópica siguiendo el modelo de algo que no es muy brillante, la
verdad sea dicha.
Esa especie de bolsa de pulsiones que pueden ver en las Nuevas
Conferencias de Psicoanálisis, que Freud nos ofrece como lo que
constituye lo esencial del Ello, no es tal vez el más feliz de los esquemas.
Al menos el de mi nudo borromeo no me parece más chapucero que
el suyo y tiene la ventaja de dar cuenta de elementos dinámicos,
vinculados a lo que he llamado hace un rato la trabazón que se produce en
algunos puntos precisos.
No voy a desarrollarles esto esta noche. No puedo decirlo todo en
una hora. Sería curioso cuando resulta que hablo desde hace veintiún
años.

 

sábado, 21 de mayo de 2022

Lacan y el inconsciente estructurado como un lenguaje.

 El inconsciente está estructurado como un lenguaje es una premisa que Lacan sostuvo desde el inicio hasta el final de su enseñanza y constituye el eje central del paradigma que propuso para el psicoanálisis después de Freud. 

En el podcast de hoy vamos a revisar las ideas principales que el autor francés desarrolla en el escrito “Instancia de la letra en el inconsciente…” en torno de esta afirmación revolucionaria para el psicoanálisis.

 



domingo, 15 de mayo de 2022

Respuestas de Jacques Lacan sobre los nudos y el inconsciente en las Jornadas de la Escuela Freudiana: Los matemas el psicoanálisis, 31 de octubre al 2 de noviembre de 1976 (publicado en Lettres de l'École Freudienne, Nº 21, agosto de 1977).

 

No puedo quejarme de no tener respuesta, en el sentido en que la palabra "respuesta" quiere decir abundancia. No puedo quejarme de ello, diría incluso más: me lamento de ello. Pero un lamento no es necesariamente una queja.
 

Uno imagina que la represión originaria debió ser un agujero. Pero es puramente imaginario.
Lo que forma el agujero no es la represión, es lo que está alrededor, y que me he permitido llamar lo simbólico: no sin reservas, una reserva en parte mía.
 

Me precipité a darle cuerpo en la lingüística. No puede decirse que esta lingüística me aliente. Es singular que alguien como Roman Jakobson tenga tantas reservas sobre Frege. Frege se esforzó por explicar cómo todo el palabrerío, el bla bla bla de la palabra, logra algo que puede tomar cuerpo, y en lo real.
Para que eso tome cuerpo en lo real, Frege fue llevado a un juego de escrituras cuyo estatuto aún está pendiente. ¿Por qué todas las tonterías verdaderamente sin límite de lo que se dice, por qué eso daría acceso a lo real?
 

Sin embargo, el hecho es que, sin que uno pueda saber cómo ocurre, el lenguaje sabe contar. ¿O es que la gente sabe contar gracias al lenguaje? Esto todavía no ha sido dilucidado. Pero es sorprendente que la escritura no esclarezca la función del número, sino por aquello que llamé —habiéndolo descubierto en Freud— el rasgo unario. Por lo tanto, esta función del número es lo que da acceso, no directamente, a lo real.
 

Intenté articular lo real en la cadena borromea.
La cadena borromea no es, contrariamente a lo que se dice, un nudo. Es, para hablar con propiedad, una cadena, una cadena que tiene sólo esta propiedad: si se separa cualquiera de sus elementos, cada uno de los otros queda, por este hecho, liberado de los otros. Si el agujero fuera otro asunto, aquello difícilmente se concebiría.
 

Si planteé hace poco la pregunta de qué es un agujero, es porque espero sacar partido de ello este año, pero no se da en bandeja.
Lo que me deja pasmado es que lo que pude hacer hasta ahora les haya bastado. Debo creer que el lugar no estaba lleno de cierto palabrerío —pues a fin de cuentas, todo eso, es sólo palabrerío, me temo —aun cuando haya pequeños elementos que me hacen pensar que, sin embargo, evito hacer filosofía, que me ponen a mí mismo a resguardo—.
La filosofía: no hay más que una, y es siempre teológica, como se han dado cuentas todos en mi campo, incluso hace poco alguien escribía en el pizarrón "teología-filosofía". Salirse de la filosofía y a la vez de la teología no es fácil, y se necesita un increíble tamizado, luego del cual pueda decirse que el psicoanálisis es algo que permanece. Este es constantemente puesto a prueba, da ciertos resultado, pero pienso que no hay progreso, que incluso no hay progreso concebible, que no hay ninguna especie de esperanza de progreso. Esto es lo que me permito poner en el centro de todo lo que elucubramos, de tal modo que no nos imaginemos que hemos derribado montañas. Lo que cogitamos no va muy lejos. Por mi parte, he intentado poner de manifiesto la coherencia, la consistencia de lo que fue pensado por Freud —soy un epígono—. Es la obra de un comentador. Freud es alguien de tal manera nuevo —nuevo en la historia, suponiendo que haya historia, aparte de esta clase de emergencias—, Freud es alguien de tal manera nuevo que todavía falta darse cuenta de lo abrupto de lo que ha pensado. Este abrupto es el que me he propuesto encerar, lustrar, sacarle brillo. Me sorprende que nadie más que yo se haya propuesto realizar esta operación, a no ser para repetirla de forma insípida; "insípida" quiere decir sin sabor.
 

Los coscorrones con los que Freud animó a cierta cantidad de personas son evidentemente impresionantes con respecto a lo que se refiere a las mujeres.
Las mujeres analistas son las únicas que parecen haber sentido un poco de cosquillas con los llamados coscorrones. Si es cierto que hay una vaga oscilación entre lo que llamamos prehistoria e historia, será del lado de las mujeres donde la encontraremos. Es singular que Freud, a partir de una total y verdadera incomprensión de lo que era, no la mujer, puesto que digo que no existe, sino de las mujeres, haya logrado conmoverlas, al punto de arrancarles —es el colmo del psicoanálisis— algunos cabos de algo de lo que no tienen la menor idea, hablo de una idea captada, a saber, de la manera en que ellas se sienten. Es un resultado notable que las mujeres hayan llegado a decir algo que se parece a una verdad sobre eso. Gracias a Freud, contamos con algunas confidencias de mujeres. Ocurre incluso que las mujeres se arriesgan en el psicoanálisis, he dicho lo que pienso de ello: a saber, lo que esta especie de provocación freudiana ha sacado de ellas les da un derecho completamente excepcional para sacar de otros, de cierta cantidad de bebés llamados hombres, algo que se parece a una verdad.
 

Con cierta cantidad de cosas que llamamos "matemas", y que yo también llamo con el mismo nombre, he intentado marcar lugares y definir cuatro discursos con ellos. Me he enterado en estas jornadas de que había definido más de cuatro. Yo sólo retuve cuatro.
Se ha mencionado hoy que yo había hablado del discurso del filósofo. Esto me sorprendería, pero quizá si veo las cosas reproducidas por Jacques-Alain Miller de lo que pude haber dicho sobre este asunto, estaría obligado a creerlo. Estos cuatro discursos, me he roto verdaderamente la cabeza durante las vacaciones recientes para intentar deducir otros, no lo logré, y por eso pienso que estos discursos en sí mismos no constituyen materias, sino relaciones entre un determinado de lugares.
 

Sé bien que los lugares, lo recordamos hace poco, cumplen una función en la teoría de conjuntos. Pero no es seguro que la teoría de conjuntos explique algo en psicoanálisis. No hay conjunto de lo simbólico, de lo imaginario y de lo real. Hay algo que se funda en una heterogeneidad radical, y, sin embargo, gracias a la existencia de ese utensilio que es el hombre, se ve realizado lo que llamamos un nudo, que no es un nudo, sino una cadena.
 

De lo que no hay duda es de que el hombre está efectivamente encadenado por esta cadena. Es curioso que esta cadena permita la constitución de falsos-agujeros, constituidos cada uno por el pliegue de un agujero sobre otro. Esta noción de falsos-agujeros me conduce, desde luego, a plantear la pregunta de saber qué es un agujero que sea un verdadero agujero. Dos verdaderos agujeros hacen un agujero falso. Por eso el dos es un personaje tan sospechoso, y es necesario llegar al tres para que eso se sostenga.
Esto es lo que creo poder responder a las preguntas que me han hecho.

jueves, 10 de marzo de 2022

El trauma en la enseñanza de Lacan -Podcast

 La noción de trauma, ha quedado ligada definitivamente al psicoanálisis desde el momento en que Freud la situó como la primera hipótesis causal de los síntomas. Y aunque rápidamente modificó su teorización, aún hoy se la sigue utilizando, en muchas ocasiones de un modo similar al de Freud en 1895. ¿Qué dice Lacan sobre el lugar del trauma en la teoría? ¿Cuáles son las implicancias clínicas de sus desarrollos? En el podcast de hoy, vamos a revisar algunas líneas de investigación posibles en los textos lacanianos sobre este interesante tema.