En la sesión del 20 de marzo de 1963, en medio de
la articulación teórica entre los conceptos de goce, deseo y
angustia, Lacan hace referencia a una interesante viñeta de su propia práctica:
"Y
para volver a la mujer, voy a intentar, yo también, con una de mis
observaciones, hacerles sentir lo que entiendo decir en cuanto a su relación
con el goce y el deseo.
Se trata
de una mujer que, un dÃa, me hace esta observación, que su marido, cuyas
insistencias, si puedo decir, son fundantes en el matrimonio, la tiene
abandonada desde hace un tiempo un poco demasiado largo para que ella no lo
note, vista la manera con que ella acoge siempre lo que siente de su parte como
más o menos torpe. Eso más bien la aliviarÃa. Sin embargo, de todos modos voy a
extraer una frase por la cual ― no se precipiten en seguida para saborear una
ironÃa que me serÃa atribuida de un modo completamente indebido ― ella se
expresa asÃ: “Poco importa que él me desee, con tal que no desee a otra”
No llegaré a decir que
esto sea, ahÃ, una posición común ni regular. Esto no puede cobrar su valor sino por la
continuación de la constelación tal como va a desarrollarse por las
asociaciones que constituyen ese monólogo. He aquà entonces que ella habla de
su estado, el de ella; ella habla de eso, una golondrina no hace verano, con
una singular precisión. (…)
Al
respecto, dice, me fastidia encadenar con lo que voy a decirle, eso no tiene
ninguna relación, desde luego”. Me dice entonces que cada una de sus
iniciativas me están dedicadas, a mà ― pienso que ustedes ya lo han comprendido
desde hace tiempo, es a mÃ, quien soy su analista ―“no puedo decir consagradas,
eso querrÃa decir hacerlo con un determinado objetivo. No. Cualquier objeto me
obliga a evocarlo a usted como testigo, incluso no para tener, de lo que veo,
la aprobación. No, simplemente la mirada. Al decir esto, voy incluso un poquito
demasiado lejos. Digamos que esa mirada me ayuda a hacer que cada cosa cobre su
sentido”.
Al
respecto, evocación irónica del tema hallado en una fecha juvenil de su vida,
del tÃtulo bien conocido de la pieza de Stève Passeur, «Viviré un gran amor».
¿Conoció ella en otros momentos de su vida esta referencia al *Otro?
Esto la
hace remitirse al comienzo de su vida matrimonial, luego remontarse más allá y
testimoniar en efecto lo que fue en efecto, aquél que no se olvida, su primer
amor. Se trataba de un estudiante del que estuvo rápidamente separada, con el
cual quedó en correspondencia en el pleno sentido del tér-mino. Y todo lo que
ella le escribÃa, dice, era verdaderamente “un tejido de mentiras” “Yo creaba
hilo a hilo un personaje, lo que deseaba ser a sus ojos, que yo no era de
ninguna manera. Eso fue, me temo, una empresa puramente novelesca, y que yo
proseguà de la manera más obstinada”. “Envolverme, dice, en una especie de
capullo”. Añade, muy tranquilamente: “Usted sabe, a él le costó confiarse...”.
Al
respecto, vuelve sobre lo que ella hace para mÃ: “Es todo lo contrario, lo que
aquà me esfuerzo por ser; me esfuerzo por ser siempre verdadera, con usted.
Cuando estoy con usted no escribo una no-vela; la escribo cuando no estoy con
usted”. Vuelve sobre el tejido, siempre hilo a hilo, de esa dedicación de cada
gesto que no es forzosamente un gesto que presuntamente me complazca, ni
siquiera que forzosamente me deje conforme. No hace falta decir que ella
forzaba su talento. Lo que ella quisiera, después de todo, no es tanto que yo
la mire, es que mi mirada venga a sustituirse a la suya. “Es el auxilio de
usted mismo que yo reclamo. La mirada, la mÃa, es insuficiente para captar todo
lo que hay que absorber del exterior. No se trata de mirarme hacer, se trata de
hacer por mÔ En resumen, pongo término a esto, de lo que tengo todavÃa una
gran página, de la que no quiero extraer más que la única palabra de mal gusto
que allà sucede, en esta última página: “Yo estoy”, dice ella, “teledirigida”,
lo que no expresa ninguna metáfora, ¡créanlo! No hay ningún sentimiento de
influencia. Pero si yo vuelvo a sacar esta fórmula, es para recordarles que
ustedes han podido leerla en los periódicos, a propósito de ese hombre de
izquierda que, tras haberse envuelto en un falso atentado, creyó deber darnos
ese ejemplo inmortal que, en la polÃtica, la izquierda es en efecto siempre,
por la derecha, teleguiada."
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