miércoles, 10 de junio de 2020

Conferencias y charlas de Jacques Lacan en Universidades norteamericanas - 1975 (Parte 2)



(...viene de parte 1 )

Freud no ha estudiado principalmente a los psicóticos. Pero, como yo, de hecho, ha estudiado los escritos de un psicótico, el famoso presidente Schreber. Y, respecto del presidente Schreber, Freud no adopta el mismo tipo de posición que yo. Es cierto que era un caso de lógica mucho más extremado. 
Pero yo observé, a causa de lo que constituye el fondo de su pensamiento, que Freud no era psicótico. 

El no es psicótico, contrariamente a muchos, porque se interesaba en algo diferente. Su primer interés era la histeria. Y su vía de aproximación a esta otra cosa era perfectamente seria, consistente no en colegir de los escritos — pues los casos que él trataba no eran gente que inundaba de escritos, contrariamente a los psicóticos — sino en escuchar. El pasaba mucho tiempo escuchando, y de lo que escuchaba resultaba algo paradojal respecto de lo que recién acabo de decir, que es una lectura.
 

Fue mientras escuchaba a las histéricas que él leyó que había un inconsciente.
Esto es algo que él podía solamente construir y en lo cual estaba él mismo implicado; estaba allí implicado en cuanto que para su gran sorpresa observaba que no podía evitar participar en lo que las histéricas le contaban, que era afectado por eso.

Naturalmente, cada cosa en las reglas resultantes por las cuales estableció la práctica psicoanalítica está concebida para contrariar esta consecuencia, para conducir las cosas de tal suerte que uno evite ser afectado. Para este fin, promovió un cierto número de reglas que son muy sanas, y que implican la suposición de que la histérica tiene lo que se llama un inconsciente. Y lo que yo he intentado hacer — me excuso por abreviar así — es reconocer lo que precisamente podía ser este inconsciente postulado por Freud. Ahora que los analistas son tan numerosos, cualquiera puede saber lo que es la lectura del inconsciente, pues, después de todo, desde el tiempo en que los analistas emergieron, la gente ha comenzado a comprender algo; pero este fenóme-no, prácticamente impensable, que tanta gente venga al análisis, levanta un real problema. No solamente vienen a nosotros, ¡sino que vuelven! 

¿Qué puede inducirlos a encontrar tal satisfacción en el análisis, cuando pasar por el análisis es una experiencia tan inconfortable? No todos son capaces de hacerlo. Es preciso tener una cierta dosis de él, haber escuchado bastante sobre él para saber que puede tener ciertos efectos — esos efectos con los cuales cuenta realmente la gente que emprende un análisis, los que yo llamo los analizantes. Ellos cuentan con esos efectos particularmente por relación a las cosas que entorpecen su camino, cosas que tienen que ver con… no diré el pensamiento, sino más bien con lo que le impide funcionar lógicamente, con lo que lo parasita (por ejemplo, una fobia, o unas obsesiones, estudiadas aho-ra de manera casi exhaustiva, tales como las implica esta forma muy especial de enfermedad mental que es precisamente una neurosis), o, en el caso de las histéricas, cosas que se manifiestan ellas mismas por el cuerpo.

Estos efectos corporales, que han sido diversamente calificados, constituyen lo que se piensa que es lo mismo que lo que antiguamente se llamaba los estigmas, por medio de los cuales se identificaba a las pretendidas brujas.

Es verdaderamente curioso que las cosas giraran de tal suerte que Freud pudo suponer que la causa de todas estas neurosis — histeria, fobia, obsesiones — debía ser buscada en lo que él llamaba el inconsciente.

Ahora, en nuestra experiencia — puedo decir “la nuestra” puesto que ella es asimilable — ¿qué vemos, qué escuchamos cuando emprendemos el análisis de una neurosis?
Vemos, como Freud nos lo dice, que la gente nos habla irresistiblemente de su mamá y de su papá. Mientras que la única consigna que les damos es decir simplemente lo que… no diría lo que piensan, sino lo que creen pensar, pues, en verdad, nadie piensa y es pura ilusión pensar que se piensa, una ilusión que ha sido la fuente de cierto número de sistemas filosóficos.
Imaginamos que pensamos; imaginamos que creemos lo que decimos. Saber y creencia son palabras claves en la boca de los pensadores, lógicos y… psicóticos, en último análisis. Lo único que yo no puedo comprender es cómo pueden hablar de saber y de creencia, como si el saber pudiera ser perfectamente autentificado, mientras que la creencia sería simple picadillo de opiniones. ¿Cómo podemos decir la diferencia entre saber y creencia? Ellos tratan de dar algunos criterios…

Hay un excelente escritor, un lógico llamado Hintikka, que ha escrito un libro así titulado en el cual persigue con intrepidez la tenta-tiva de distinguir Knowledge and Belief. El cree profundamente que
hay una diferencia. Pero por qué no ve que las tres cuartas partes del pretendido saber no son nada más que creencia, ahí hay algo que me divierte.
En todo caso, lo que nosotros escuchamos en el curso de un análisis es un esfuerzo para salir de todo eso por un camino que no tiene nada que ver ni con el conocimiento ni con la creencia — salir de eso diciendo únicamente lo que está realmente en su cabeza.
Lo que ahí es fantástico es que, cuando la gente toma este camino, se ven siempre conducidos a algo que asocian esencialmente a la manera en que han sido educados por su familia. Las primeras histéri-cas de Freud estaban muy preocupadas por su padre — todo lo que se tiene que hacer es leer el primer desarrollo, los Estudios sobre la his-teria, esto es completamente observable. En seguida, a causa de estas histéricas, Freud llegó a interesarse en los sueños, por el hecho de que ellas le hablaban de éstos.

Tratemos de aproximar estas cosas correctamente, es decir tomando a Freud en el comienzo, antes de que se comprometa en la metapsicología. La metapsicología implica la construcción de algo que presupone la hipótesis de un alma — esto es lo que significa meta-psicología; supone la psicología como un dato. Evoca la metafísica, algo que permitiría considerar la psicología desde el exterior.
Antes de que Freud partiera en esta dirección, había escrito tres libros: La interpretación de los sueños, la Psicopatología de la vida cotidiana, y El chiste en sus relaciones con el inconsciente. Lo que me impactó cuando leí estos tres libros es que el conocimiento por Freud de los sueños estuviera restringido al relato que se daba de ellos. Se podría decir que el sueño real es inefable, y en numerosos casos es así. ¿Cómo puede ser la experiencia real del sueño? Esta era una de las ob-jeciones que se le hacían a Freud: ella carece de validez. Pues es precisamente sobre el material del relato mismo — la manera con la que el sueño es contado — que Freud trabaja. Y, si hace una interpretación, es por la repetición, la frecuencia, el peso de ciertas palabras. Si yo tu-viera aquí un ejemplar de La ciencia de los sueños, podría abrirlo en cualquier página y ustedes verían que es siempre el relato del sueño como tal — como materia verbal — lo que sirve de base para la interpretación.(...)
 
(Continúa en "parte 3" en este mismo blog )


Palabras clave: Jacques Lacan - Conferencias en Estados Unidos - 1975

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