martes, 9 de junio de 2020

Conferencias y charlas de Jacques Lacan en Universidades norteamericanas- 1975 (parte 1)

(Luego de dictar la primera sesión del seminario El sinthome, fechada el 18 de noviembre de 1975, Lacan emprende un viaje de aproximadamente 15 días a los Estados Unidos, donde brindará una serie de conferencias y charlas en Universidades. Allí tuvo un encuentro con Noam Chomsky- del que no se tiene un registro escrito- , que Lacan refiere en la segunda sesión de su seminario, el 9 de diciembre.
Dada su extensión, las presentamos en partes según la traducción de Ricardo Rodríguez Ponte. El texto original se encuentra en Pas-tout Lacan, página web de la Ecole lacanienne de psychanalyse, http://www.ecole-lacanienne.net. SS )


JACQUES LACAN EN YALE UNIVERSITY, KANZER SEMINAR 

 24 de Noviembre de 1975



No es fácil… It is not easy to speak in a country wich is perfec-tly strange for me.3 Ustedes ven, trato de hacerme entender por todos, aunque mi inglés sea más bien elemental y aunque intento mejorarlo — intento mejorarlo este año de manera un poco paradojal por medio de la lectura ― por medio de la lectura de Joyce (risas). Uno de mis oyentes, inspirado por mi reciente conferencia (una conferencia que me fue pedida para abrir el congreso sobre Joyce)4 ― un oyente de mi seminario, donde la gente se apretuja en multitud, para mi gran sorpresa como para la de todo el mundo y, naturalmente, yo no había anunciado allí mi conferencia sobre Joyce ― escribió un artículo en una re-vista francesa donde la literatura es particularmente retorcida. Torcida, así. Pero a veces aparecen en esa revista algunas cosas que producen sentido ― a veces mucho sentido ― y en particular lo que fue pro-puesto por mi oyente: él propuso que después de Joyce la lengua inglesa no existía más.5
Evidentemente, esto no es cierto, puesto que, hasta Finnegans Wake,6 Joyce respetó lo que Chomsky llama la “estructura gramatical”. Pero, naturalmente, se las ha hecho ver duras a la palabra inglesa. El llegó hasta inyectar en su propio género de inglés palabras pertenecientes a un gran número de otras lenguas, incluido el noruego, y hasta ciertas lenguas asiáticas; forzó las palabras de la lengua inglesa constriñéndolas a admitir otros vocablos, vocablos que no son de ningún modo respetables, si puedo decir, para alguien que emplee el inglés.
Podemos decir que en inglés existen, en el conjunto, dos tipos de vocablos: los de raíz latina y los llamados germánicos, que, de hecho, no son germánicos, sino que pertenecen a otra rama del indoeuropeo: el anglosajón.
Es del lado sajón que encontramos las raíces germánicas, pero, finalmente, hay algo específico en el inglés para estudiar en tanto que tal para captar lo que lo caracteriza en oposición a las otras lenguas.
Pero la cosa importante, al menos tal como nosotros, los analistas, la concebimos, es decir la verdad. Y, como tenemos de esta ver-dad una idea un poco particular, sabemos que es muy difícil.
Y, como ha sido convenido que yo hablaré primero y que habría preguntas a continuación, me gustaría comenzar tomando lo que es justamente llamado contacto con ustedes, que están aquí esta tarde, formulando — ¿por qué no? — algunas preguntas yo mismo. Natural-mente, esto supone que ustedes quieran responder, así fuese con otra pregunta.
Quisiera ante todo dirigir una pregunta precisamente a los que han elegido proponerse como psicoanalistas, quisiera preguntarles, y necesariamente tendré que responder primero, cómo han llegado a lo que puede, después de todo, ser razonablemente llamado su… job.7 Ser un analista es un job, y, de hecho, un job muy duro. Es incluso un trabajo inhabitualmente fatigante, y, si retomo las palabras del último analista que vi antes de esta visita a los Estados Unidos, él me confió que tenía necesidad de descansar un poco entre cada uno de sus análisis, y que eso daba su ritmo a su trabajo.
En cuanto a mí, para decirles la verdad, no tengo tiempo para descansar entre dos análisis. Esto porque, por el hecho de mi notoriedad, vienen muchas personas para ser analizadas, para demandarme que los analice. Anoche, en la casa de Shoshana Felman, un grupo de jóvenes me preguntó cómo elegía yo a mis pacientes. Respondí que yo no los elegía así como así, sino que ellos tenían que testimoniar de lo que esperaban como resultado de su pedido.
Ahora, déjenme responder a mi pregunta: ¿cómo me volví psi-coanalista? Yo he llegado a eso tarde, no antes de los treinta y cinco años. Había cometido lo que en Francia se llama una tesis de doctora-do en medicina.8 No era mi primer escrito, pues una tesis tiene que estar realmente escrita. Una tesis es, por definición, lo que tiene que ser escrito y defendido. En ese tiempo, una tesis era asunto serio, por el cual uno se exponía a la contradicción.
Hoy, uno se presenta ante un jurado compuesto habitualmente por dos o tres de sus antiguos jefes, perfectamente informados del tema que, lo más a menudo, ellos le han sugerido. Este no era mi caso. Yo debí realmente imponer mi tesis. La había llamado — esto es para los psiquiatras presentes — De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad. Entonces yo era ingenuo. Creía que la personalidad era cosa fácil de captar. Ya no me atrevería a dar ese título a lo que estaba en cuestión, pues, de hecho, no creo que la psicosis tenga algo que ver con la personalidad. La psicosis es un intento de rigor. En este sentido, diría que yo soy psicótico. Soy psicótico por la sola razón de que siempre he tratado de ser riguroso.
Esto llega evidentemente bastante lejos, puesto que supone que los lógicos, por ejemplo, que tienden hacia ese objetivo, los geómetras también, compartirían en último análisis una cierta forma de psicosis. Hoy, yo pienso así. Para esta tesis, no la había emprendido imprudentemente, yo había reunido treinta y tres casos de psicosis: en ninguno encontré excepción a esta búsqueda de rigor. Pero, como no se puede — contrariamente a la práctica común, pienso que no se puede — hablar de treinta y tres casos (mi tesis hubiera tenido miles de páginas), me contenté con escribir una tesis de un número razonable de páginas, quiero decir de un volumen que pudiera ser tenido en la mano, y hablé allí de uno de esos casos, el que me parecía ejemplar, especialmente en cuanto que la persona en cuestión había cometido numerosos… escritos. Ella había cometido esos escritos bajo la forma de numerosas cartas ultrajantes para un montón de personas, quiero decir que ella era erotómana.
Un cierto número de personas aquí saben, pienso, lo que es una erotómana: la erotomanía implica la elección de una persona más o menos célebre y la idea de que esta persona no está concernida más que por ustedes. Sería necesario encontrar cómo echa raíces esta idea, aunque sea imposible hasta ahora.
Lo que es seguro es que, una vez puesto en marcha el mecanismo, cada hecho prueba que el ilustre personaje (en este caso una mujer) está en relación amorosa, no con la personalidad, sino con la per-sona nombrada, designada por un cierto nombre. En esa época, esa persona tenía su nombre en los periódicos a continuación del gesto que había tenido contra una actriz entonces célebre, de manera coherente con su erotomanía dirigida sobre esta actriz — del mismo modo que antes había estado dirigida sobre otras celebridades (no es raro ver operar este deslizamiento de una figura a otra). En todo caso, ella ha-bía herido un poco a esta actriz y fue enviada a prisión. Yo me permití a mí mismo ser coherente, y pensé que una persona que sabía siempre tan bien lo que hacía, sabía también a qué la llevaría eso, y es un he-cho que su estadía en prisión la calmó. De un día para otro desaparecieron sus hasta entonces rigurosas elucubraciones. Yo me permití — tan psicótico como mi paciente — tomar esto en serio y pensar que, si la prisión la había calmado, ahí estaba lo que ella había realmente bus-cado.
También di a eso un nombre más bien bizarro: lo llamé “paranoia de autocastigo”.
Evidentemente, quizá era llevar la lógica un poco lejos. Y eso me hizo observar que había en Freud algo del mismo orden. (...)
(Continúa en "parte 2" , en este mismo blog )



Palabras clave: Jacques Lacan - Conferencias en Estados Unidos - 1975


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