jueves, 11 de junio de 2020

Conferencias y charlas de Jaques Lacan en Universidades norteamericanas- 1975 (parte 3)


(viene de parte 2 )

En la Psicopatología de la vida cotidiana, es exactamente lo mismo. Si no hu­biera informe del lapsus o del acto fallido, no habría interpretación.

El ejemplo mayor está dado por el chiste, cuya cualidad y senti­miento de sa­­tisfacción mostrado por el que ríe — Freud insiste en eso — vienen esen­cial­men­te del material lingüístico.

Esto me ha hecho afirmar, lo que me parece evidente, que el in­consciente es­tá estructurado como… (he dicho “está estructurado co­mo”, lo que era quizá exa­gerar un poco, puesto que presupone la exis­tencia de una estructura — pero es ab­solutamente verdadero que hay una estructura)… el inconsciente está estruc­tu­ra­do como un lenguaje. Con una reserva: lo que crea la estructura es la manera por la cual emerge el lenguaje al comienzo en un ser humano. Esto es, en último análisis, lo que nos permite hablar de estructura. Los lenguajes tienen algo en común — qui­zá no todos, puesto que no podemos conocerlos a todos, quizá hay excep­ciones — pero es verdadero de los lenguajes que encontramos al tratar a los sujetos que vie­nen a nosotros. A veces han conservado la memoria de un primer lenguaje, di­fe­rente de aquel que han terminado hablando. De manera bastante curiosa, Freud ob­ser­va en su práctica que podía resultar de ello una forma curiosa de perversión — es­pe­cialmente el fetichismo — que no es ordinariamen­te causado por este tipo de am­­bigüedad. Pero pienso que hay aquí su­ficientes personas que se acuerdan del fa­mo­so Glanz auf der Nase, que vino del hecho de que un germanófono había conservado la me­moria de la expresión inglesa to glance at the nose. Freud combinó es­to con otros hechos que había reunido en lo concerniente al origen de los fetiches, y que es que implican varias significaciones en diferentes etapas, que llevan todas al ór­gano macho. Es así que Freud, tras años de experiencia, llegó a escribir los bien co­nocidos Tres ensayos sobre la sexualidad, en la tentativa de construir algo que se­ría escansión re­gular del desarrollo para cada niño.

Creo que esta escansión misma está íntimamente ligada a cier­tos patterns del lenguaje. Quiero decir que las así llamadas fases oral, anal e incluso urinaria es­tán demasiado profundamente mezcladas con la adquisición del lenguaje, que el apren­dizaje de la higiene, por ejem­plo, está manifiestamente anclado en la con­cep­ción que tiene la madre de lo que ella espera del niño — especialmente los excre­mentos — lo que hace que, fundamentalmente, es alrededor del primerísimo apren­dizaje del niño que giran todas las etapas de lo que Freud, con su pro­digioso insight, llama sexualidad. Es preciso que yo resuma un poco.

Propondré que lo que hay de más fundamental en las así llama­das rela­cio­nes sexuales del ser humano tiene que ver con el lenguaje, en el sentido de que no es sin motivo que llamamos al lenguaje del que hacemos uso nuestra lengua ma­ter­na. Es una verdad elemental del psicoanálisis que, a pesar de la idea de instinto, es muy problemático que un hombre se interese de alguna manera por una mujer si no ha te­nido una madre. Es uno de los misterios del psicoanálisis que el va­roncito sea inmediatamente atraído por la madre, mientras que la nena está en un estado de reproche, de disarmonía con ella. Tengo bastante experiencia analítica pa­ra saber cuán devastadora puede ser la relación madre/hija. Si Freud elige acen­tuar esto, edificar toda una construc­ción alrededor, no es sin motivo.

Ahora que he terminado esta más bien larga introducción, me gustaría vol­ver a la pregunta que he formulado al comienzo a los ana­listas aquí presentes, pues­to que no es necesariamente de esta manera particular, atípica, que fueron con­ducidos al psicoanálisis. Tampoco les he dicho todo lo que he recorrido an­tes de interesarme en los psi­cóticos y antes de que ellos me condujeran a Freud, ha­biendo simple­mente subrayado que, en mi tesis, yo me encontraba aplicando el freu­dismo sin saberlo. No voy a comenzar de nuevo. Eso ha sido una suer­te de desliz, de­bi­do al hecho de que al final de mis estudios de medici­na fui llevado a ver locos y a hablar de ellos, y fui así conducido a Freud, quien habló de eso en un estilo que, para mí también, se impu­so por el hecho de mi contacto con la enfermedad mental.

No pienso que se pueda decir realmente que los neuróticos son enfer­mos mentales. Los neuróticos son lo que son la mayoría. Feliz­mente no son psi­có­ticos. Lo que es llamado un síntoma neurótico es simplemente algo que les per­mi­te vivir. Ellos viven una vida difícil y nosotros intentamos aligerar su incomodidad. A veces les damos el sentimiento de que son normales. Gracias a Dios, no los volvemos bastante normales para que terminen psicóticos. Este es el pun­to don­de tenemos que ser muy prudentes. Algunos de ellos tienen real­men­te la vocación de llevar las cosas a su límite.

Me excuso si lo que digo parece — no lo es — audaz.

Puedo solamente testimoniar de lo que mi práctica me suminis­tra. Un aná­li­sis no tiene que ser llevado demasiado lejos. Cuando el analizante piensa que es fe­liz de vivir, es suficiente.


Así me gustaría ahora que alguien me diga — y yo no estoy aquí como pie­dra de toque de la respuesta, quiero decir, no soy yo quien soy la piedra de toque — cómo alguien se decide a autorizarse como psicoanalista en los USA.

Puesto que tengo esta ocasión de encontrar a cierto número de colegas, me gus­taría tener una idea de lo que corresponde aquí a lo que he instituído en mi es­cue­la y que llamo “el pase”.

Eso consiste en que, en el punto en que alguien se considere bastante preparado para osar ser analista, pueda decir a alguien de su propia ge­neración, un par — no su maestro o un seudomaestro — lo que le ha dado la ener­gía para recibir a la gente en nombre del análi­sis.

Ustedes deben admitir que el descubrimiento del inconsciente es una cosa muy curiosa, el descubrimiento de un muy especializado tipo de saber, ínti­ma­men­te anudado con el material del lenguaje, que se pega a la piel de cada uno por el hecho de que es un ser humano y a partir de lo cual se puede explicar lo que es lla­mado, con razón o sin ella, su desarrollo, es decir cómo ha logrado ajustarse más o menos bien a la sociedad.

Lo que me sorprende es hasta qué punto ignoramos cómo termi­namos por en­contrar nuestro lugar aquí o allá — a la bartola — por qué somos aspirados por al­go.

Es cierto que yo llegué a la medicina porque tenía la sospecha de que las relaciones entre hombre y mujer desempeñaban un papel determinante en los sín­tomas de los seres humanos. Eso me ha empu­jado progresivamente hacia aque­llos que no han tenido éxito en eso, puesto que se puede ciertamente decir que la psi­co­sis es una suerte de bancarrota en lo que concierne al cumplimiento de lo que es llamado “amor”.

En el dominio del amor, la paciente de la que les hablaba podía seguramente tener al por mayor contra la fatalidad. Y yo quisiera ter­minar con esta palabra.

En la palabra fatalidadfatum — hay ya una suerte de prefi­guración de la no­ción misma de inconsciente. Fatum viene de fari, la misma raíz que en infans, que naturalmente no se relaciona, como se supone comúnmente, con alguien que no habla; pero, a partir del mo­mento en que sus primeras palabras han cristalizado — cristalización material de lo que lo condiciona como ser humano —no se puede de­cir que es infans


Ahora, si alguien quisiera responderme, yo consideraría que no he perdido mi tiempo puesto que lo invito a decir la verdad. Cómo al­guien ha llegado a ello, no veo por qué vacilaría alguien en decirlo.

Ustedes pueden decir simplemente: yo pertenezco a una asocia­ción psi­co­a­na­lítica pues eso me ha parecido una bella situación y me ha dado un trabajo no de­sagradable puesto que interesa a todo el mun­do…

Pero el fin de la verdad, la verdad verdadera, es que entre hom­bre y mujer eso no anda.



Palabras clave: Jacques Lacan - Conferencias en Estados Unidos - 1975

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